La memoria de la gente es siempre corta y requiere acciones concretas para sepultar lo que se hizo mal y ofrecer nuevas opciones con resultados prácticos a corto plazo. Esta parece ser la lección que debió aprender Macri en una demacrada Argentina que amenaza con reelegir a Cristina de nuevo. No se hicieron las cosas en tiempo y en modo y, quienes votaron a la opción antiperonista lo califican de inútil y sus detractores amenazan con castigarlo eligiendo a quien fue la razón de su triunfo. No en balde Argentina es el país con mayor cantidad de psiquiatras con un barrio completo al que llaman “villa Freud”. El caso es claramente para el diván.
La mala gestión de Cristina, sus casos de corrupción, la piñata de los subsidios, la malversación de fondos públicos parecieran haber hundido para siempre a la pareja presidencial que gobernó esa nación por más de diez años. Sin embargo, la lenta reactivación económica, las medidas correctivas que resultaron ser notablemente impopulares y el gradualismo aplicado ha llevado a que Macri envíe un mensaje conciliador buscando unir todos los sectores de la sociedad argentina en una operación de salvataje, en donde muchos lo quieren ver hundido. El convite fue extendido a la propia Cristina, quien ya adelantó que no firmará nada y menos algo que convenga a los intereses del actual presidente. Está disfrutando de una agradable venganza contra quien no fue capaz de metarla presa por su clara mala administración del país. Sobrevivió protegida por sus fueros de senadora a las múltiples acciones de la justicia de su país, que ha probado estar muy lejos de la efectividad demostrada por sus pares de Perú y de Brasil. Ha jugado con el tiempo y el desgaste y parece hasta ahora haber ganado la pulseada antes de unos comicios en octubre, en los que aparece como favorita. La nostalgia que genera es tan grande que el propio Macri ha pasado a convertirse en el jefe de una campaña política acompañada ahora con un libro de pomposo título: sinceramente.
Lo que pase en la Argentina tendrá su impacto regional, como ya lo adelantó el propio Bolsonaro en Brasil luego de que lo rechazaran en su visita a Nueva York. Tampoco le van bien las cosas al exmilitar al frente del país mas grande de América del Sur. No será raro que podamos ver a corto plazo manifestaciones en favor de Lula y que la nostalgia de los buenos tiempos termine por imponerse sobre la figura polémica del jefe de gobierno brasileño que prometió mucho e hizo hasta ahora muy poco.
No hay margen en los tiempos actuales. La gente no tiene paciencia y quiere acciones concretas. No está dispuesta a ofrecer plazos largos a cuestiones que considera requieren acciones concretas, como la lucha contra la corrupción, el mejoramiento de la gestión del Estado y claras muestras de mejoría de la economía. Sin todo esto, la nostalgia se impondrá siempre y podemos ver a personajes siniestros de la política latinoamericana retornar en andas de un pueblo decepcionado por la realidad actual, pesimista hacia el futuro y nostálgico de tiempos idos. Como diría un enojado Ortega y Gasset al dejar ese país sudamericano: “¡Argentinos! ¡A las cosas, a las cosas!”.
(O)