Hoy he querido escribirte a ti, mujer. A ti que creciste en un mundo de muñecas porque los camiones, trompos y bolillas eran para los varones; a ti, a quien los cuentos de hadas te prometían que un día llegaría el príncipe que te escogería por tu belleza y candidez sacándote de tu letargo para ofrecerte todo lo que podrías soñar y que lógicamente sola no alcanzarías. A ti, para quien la cocina era un obligatorio taller de aprendizaje y perfeccionamiento para mantener al príncipe salvador a tu lado. A ti, a quien colocaron en tu mente un cinturón de castidad para guardar bajo llave tu virginidad, mientras que tus hermanos eran galardonados cual matadores de toros por cada trofeo adicionado a su largo palmarés de conquistas.
Sí, te escribo a ti, que por guardar a tu soñado príncipe aceptaste dejar tu vida. A ti, para quien hacer felices a otros se convirtió en un hábito. Guardaste tus sueños en un baúl, primero por tu príncipe y luego por tus hijos. A ti, para quien ese príncipe azul se convirtió en tu rey y carcelero, a quien obedeces y sigues sin objetar. Tu príncipe que regula el largo de tu falda o la apertura de tu escote y que con una mirada te permite hablar o callar. Aquel que ha logrado convencerte de que sola serás incapaz de sobrevivir. Aquel que no acepta que puedas hacer algo mejor que él y un día te levantó la voz para el siguiente dejar caer su pesada mano lastimando tu cuerpo, pero sobre todo tu alma. Sí, te escribo a ti que has debido escuchar a tu iglesia, a tu familia y a tu sociedad que una buena mujer se somete y jamás abandona a su marido.
Te escribo para decirte que comiences a escucharte a ti; que exijas respeto, pero sobre todo aprende a respetarte; ofrece amor a los demás, pero sobre todo aprende a brindarte amor a ti misma. Solo cuando te ames serás consciente de que lo que te ofrecen otros no es amor; que el celo no es amor; que unas cuantas lágrimas por súplicas de perdón luego del maltrato no son amor y no lavarán las heridas de tu alma; no existe razón valedera para aceptar el maltrato; tu pareja no es tu dueño, debe ser tu compañero, tu amigo.
No esperes príncipes salvadores, no existen, ni los necesitas. Tienes la capacidad para hacer aquello que te propongas y más. Toma las riendas de tu vida, decide cambiar; no te escondas detrás de tus hijos para aceptar la violencia, solo estarás condenándolos a convertirse en víctimas y victimarios.
Escúchate a ti, decide ser feliz, no dejes tu vida en las manos de alguien más; decide hoy independizar tu mente para cambiar tu vida. Tu cambio transformará la sociedad. Tú amamantas a las nuevas generaciones de hombres y mujeres, de ti depende desterrar a los machos dominantes y a las hembras sumisas. Una sociedad sana y equilibrada es aquella en la que hombres y mujeres, con sus maravillosas complementariedades y diferencias, caminan un mismo sendero de amor, afecto, compañerismo y respeto.(O)