Frente a los acontecimientos que se viven en Venezuela, las preguntas y las respuestas sobre cómo continuar una lucha que saque del atolladero, la pobreza y el caos a la población son urgentes.

Hace años que se producen movilizaciones, unas más numerosas que otras. Innumerables líderes están presos y han sido acallados. Muchas personas han perdido su vida en la búsqueda de justicia y equidad, miles han sido asesinadas, torturadas, golpeadas, millones han salido de su tierra para buscar en otros países un futuro que les permita simplemente vivir.

Ahora se produce la emergencia de un político con liderazgo, joven, firme, claro y recibe el respaldo político de más de 50 países y bloques que lo reconocen como el presidente interino llamado a asegurar una transición que enrumbe por la vía democrática la reconstrucción del país.

Una ola de esperanza atravesó el continente: esta vez sí lo lograrán. Sin embargo, los acontecimientos en la frontera colombo-venezolana muestran que no será fácil. Surgen pedidos de intervención militar externa para asegurar un proceso que tiende a estancarse. Frente a la decisión del Grupo de Lima de una salida política y a la presión económica sobre el régimen de Maduro, voces desesperadas dicen: han dejado a Venezuela y a los venezolanos solos.

Y surgen las preguntas. ¿Hay alguna posibilidad de triunfo sin enfrentamientos armados? ¿Hubiera sido posible enfrentar el nazismo de manera no violenta? ¿Sirve realmente para algo la no-violencia? Los ejemplos históricos no siempre son convincentes. Sin embargo, hay algunas certezas. La democracia como la no violencia son procesos que hay siempre que adecuar. No son modelos terminados, siempre están en reinvención.

La no-violencia requiere mucha preparación, no es solo buena voluntad, es una estrategia política, social y requiere un entrenamiento y una estrategia como la requieren las acciones militares. Y sobre todo requiere tiempo. Su costo en vidas humanas es mucho menor y sus logros son profundos, pero no siempre son inmediatos y la población puede desesperarse.

Supone mucha valentía, no es una acción de cobardes, se expone la propia vida, no la de los demás; Gandhi decía: “Allí donde únicamente cabe elección entre la cobardía y la violencia, hay que decidirse por la solución violenta (...). Por esta razón, recomiendo el entrenamiento militar a aquellos que solo creen en las soluciones violentas. Preferiría que India defendiera su honor por la fuerza de las armas antes que verla asistir, cobardemente y sin defenderse, a su propia descomposición. Pero, no por eso, creo menos que la no-violencia es infinitamente superior a la violencia”.

Hay dos elementos clave para que los procesos puedan darse, que son como la prueba visible de los cambios que se avecinan. Uno es la entrada de la ayuda humanitaria, una ayuda real con alto poder simbólico y enorme impacto en la población que la debería recibir y beneficiarse, que hasta ahora ha fracasado. Otro que es una consecuencia que permitiría la caída del régimen es la deserción de los militares, que llegue a un punto crítico, tanto en cantidad como en rango, y tenga poder movilizador en las Fuerzas Armadas y en la población.

Dados los acontecimientos que se viven, debe haber alguna victoria visible para que la población no decaiga en su movilización, pues lleva años intentándolo.

La solidaridad internacional, el cerco económico deberían dar frutos rápidos, pues de lo contrario un estancamiento en los procesos traería mayores sufrimientos a la población y un futuro cada vez más incierto y polarizado. (O)