Entre la variabilidad de los precios del mercado y lo que cuesta producir, la rentabilidad de la ganadería a pequeña escala se desvaneció. Sin opción para invertir en tecnología, los pequeños ganaderos resignaron sus labores a un manejo extensivo, sin apenas intervención humana para la alimentación, control sanitario, ni reproducción, condenando la productividad a los mínimos.
Este informal manejo indujo a una comercialización también despreocupada, valorando animales en forma visual, “al ojo”, usando obsoletas unidades de peso que entorpecen la traslación al precio por libra, además, sin mediar diferenciación entre un novillo rollizo con profundidad y una vaca vieja de descarte, con cuerpo enjuto y angulado. Algo similar sucede con los intermediarios lecheros, que pagan precios antojadizos y castigados con criterios subjetivos sobre la condición y presentación de la leche; el ganadero tiene que tomarlo o perderlo porque no posee equipo para manipular, peor almacenar su producto. La inconsecuencia en la producción y la comercialización se ha establecido como una identificación cultural para estos infortunados productores, que son pequeños no por elección sino por falta de opciones.
A fin de recuperar la rentabilidad, tenemos que incorporar tecnología para producir más y mejor, debemos también capacitar a los productores y trabajar en la reducción de los costos de producción. Una buena opción sería implementar un programa nacional de talleres de capacitación y extensión agropecuaria, como parte de un agresivo proyecto de financiamiento para desarrollo.
Ahora bien, comparando la relación utilidad sobre ingresos de diferentes hatos lecheros, podemos colegir que la utilidad operativa debe superar el 50% del ingreso bruto, pues valores inferiores reducirían el margen para variables y eliminaría una eventual capacidad de pago, esfumando cualquier posibilidad de financiamiento. Se destaca que los hatos deben tener mínimo 35 hembras en lactación para justificar la inversión en mejoramiento genético y equipamiento técnico, indispensable para promedios mínimos de 15 litros/vaca/día en la región Costa. Los productores con menos semovientes deberían asociarse y formar un solo hato, hasta proyectar una rentabilidad que viabilice la actividad misma, y la capacidad de pago ante la probabilidad de un préstamo.
La Comisión Agrícola de la Unión Europea, así como la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias de Chile, indican que en lo que va del 2018 el mayor precio que se pagó a los productores fue de $ 0,37/l y que la tendencia a la baja que empezó en el segundo semestre se mantendrá hasta el 2019, con pronóstico de llegar a los $ 0,31/l. Por eso insistimos en que para recuperar la rentabilidad, el camino no es incrementar el precio del producto sino reducir el costo de producción, donde inciden directamente la productividad y el valor de los insumos.
Es necesario aclarar que esta propuesta busca rescatar la rentabilidad de la actividad lechera, para que los productores informales asuman un criterio empresarial que los acerque a la tecnificación y a la perspectiva del financiamiento, alejándolos de la pobreza; pero para iniciar este proyecto, deberíamos primero tener establecidas las acciones que regularizarán la comercialización. Sería imprudente elevar la productividad sin haber preparado el sistema para una superior oferta en el mercado. (O)
* Ingeniero agrónomo.