Si una serie de ficción hubiese expuesto una trama similar muchos habrían sugerido lo inverosímil de aquella, por eso vale la pena conocer los detalles de cómo se ha revelado posiblemente el escándalo de corrupción más grande en la historia argentina; en realidad, resulta difícil imaginar que las obsesivas y meticulosas anotaciones que hacía un desconocido chofer estatal revelarían con absoluto detalle y rigor la enorme trama de corrupción de los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner, a tal punto que se considera que no ha existido otro escándalo con tal impacto político e institucional.

Como en ocasiones ocurre, el detalle más inesperado resulta ser también el más insólito: a fines del año pasado y en medio de una disputa conyugal en muy malos términos, la exmujer del chofer Óscar Centeno se presentó voluntariamente en un juzgado para revelar información de su exmarido, quien le había contado que durante el régimen kirchnerista era el encargado de transportar bolsos con grandes sumas de dinero en autos estatales con la particularidad de que todo lo había registrado en cuadernos con datos minuciosos de la ruta de corrupción. La contundencia de la información contenida en esos ocho cuadernos demuestra no solo el desmesurado nivel de corrupción de la etapa kirchnerista, sino también la complicidad de sectores de la empresa privada, especialmente de la construcción, con un llamativo dato adicional: China, o mejor dicho las empresas chinas, metidas de lleno en el embrollo.

Como lo señalaba un articulista argentino, los Kirchner propiciaron un festival de coimas con revelaciones tan insólitas como el apunte incorporado en uno de los cuadernos de 2010, cuando supuestamente y ante el poco dinero recaudado en una semana determinada, Néstor Kirchner habría dicho: “¡Qué pobres estuvimos esta semana, eh!”. Centeno, el chofer y a su vez quien hacia las anotaciones en los cuadernos, trabajaba para un importante funcionario público en el ministerio que se encargaba del otorgamiento de las obras públicas, lo que propiciaba que las empresas contratistas favorecidas en licitaciones y contratos pagaren los sobornos en efectivo, dinero que era recolectado y transportado en los vehículos que manejaba el chofer mencionado, con la particularidad de que los traslados y entregas de dinero eran apuntados con punto y coma.

Difícilmente se encuentre en otros países de la región un caso con tal llamativas características, pero lo cierto es que los cuadernos y sus anotaciones han destapado una ruta que, con alguna que otra variación, se trazó de forma escandalosa al rigor de un populismo corrupto y destemplado. Solo para recordar que los Kirchner fueron aquí objeto de culto y admiración. Para dar vergüenza y anotarla en un cuaderno. (O)