Acabo de recibir un mensaje de un colega europeo con un pie de firma pidiendo que, en lugar de referirnos con pronombre él a lo que en mal castellano sería “su persona”, trascendamos la comunicación de género binario. Instruye a los lectores (¿y lectoras?) de su mensaje a preguntarle cómo mismo tenemos que hacer, pero no estoy segura de cuál sería una respuesta que en verdad reafirme su identidad.
Entiendo que mi colega (¿su persona?) rechaza las expectativas heteronormativas sobre su vida, pero me preocupa que este tipo de perspectivas puedan volver irrelevante el sorprendente logro de que la Real Academia de la lengua española dé su venia, aunque no la necesitemos, al uso del término “la presidenta”.
Esto no sería importante sino fuera que un político y profesor universitario como César Montúfar recientemente haya corregido a la exfiscal Mariana Yépez en plena entrevista radial por usar el término presidenta. Su argumento fue que no se puede feminizar el término presidente porque tampoco se lo hace con estudiante.
Yépez le explicó que estudiante es una condición y presidente es un cargo, por lo cual no solo es aceptado sino que es importante hacer la distinción. Mientras ella seguía con la entrevista, Montúfar buscó en internet lo que imaginaba le ayudaría a apuntalar su postura. Afortunadamente tuvo la altura de aceptar que había descubierto, oh sorpresa, que estaba equivocado (para lo cual volvió a interrumpir a Yépez).
En el Ecuador no hemos llegado siquiera a concordar en la importancia de feminizar el discurso, pues hay quienes se oponen –y con vehemencia– al “todos y todas”...
En el Ecuador no hemos llegado siquiera a concordar en la importancia de feminizar el discurso, pues hay quienes se oponen –y con vehemencia– al “todos y todas”. Lingüísticamente parece una pérdida de tiempo y hasta una exageración, pero me gusta saber que, aun cuando las principales autoridades indígenas y mestizas que intervienen en un acto sean hombres, también usan “todas” para dirigirse al público y además resaltan el trabajo y la fuerza específicamente de las mujeres.
En estas semanas se ultiman los detalles e inscripciones del segundo Encuentro de Mujeres de América Latina y el Caribe, que tendrá lugar del 28 al 30 de septiembre, en Quito. En una de las reuniones de coordinación un invitado propuso que incluyeran una mesa en la que se discutieran temas de hombres. No se ha llegado tan lejos, pero ahora hay al menos un hombre voluntario en uno de los comités organizadores de provincia. Mientras, no hay duda de que las preocupaciones transgénero deben estar incluidas en una mesa temática.
No parece entonces que, aun cuando la división binaria de género parece simplificar perjudicialmente la problemática de las relaciones entre hombres y mujeres, ha llegado la hora de trascender la dualidad en nuestras apelaciones. En todo caso, podemos crear un pronombre adicional que conduzca, además, a un apelativo más pronunciable que tod@s.
En algún mensaje de Facebook, red social que aún usamos las generaciones antediluvianas, propuse en broma el uso de todus. Supongo que el singular sería todu y el pronombre sería elu. Yo, tú, él, ella, elu, nosotrus, ustedes, ellus. Absurdo pero viable. Solo no me traten de confundir con instrucciones opacas sobre cómo pensar el género.(O)