Creíamos que la ruta Collas de 11,7 kilómetros y que costó 243 millones era una de las más caras del mundo: 21 millones por kilómetro lineal. Una reciente publicación nos da a conocer que hay otras cuatro carreteras que cuestan más, mucho más.
Collas es una autopista alterna para llegar al aeropuerto de Tababela y se construyó por decisión del Concejo Metropolitano de Quito cuando era alcalde Augusto Barrera. Cruzaron la Plaza Grande y consiguieron que el presidente Correa, quien dijo que no le asustaban 200.000 guayaquileños protestando en las calles, pero sí 20.000 en Quito rodeando Carondelet, optara por no jugar con Quito y disponer que el MTOP haga la obra.
La Contraloría glosó Collas con 111 millones y Panavial, la empresa constructora, le echa la culpa a los diseños, lo cual no cambia que haya salido carísima. Pero hay otras 4 carreteras, a saber: las soluciones viales El Arbolito, Guayasamín, Ruta Viva (segunda autopista a Tababela) y la solución vial Perimetral Quito, que tienen 2 puntos en común. Uno, que todas son más caras que Collas: 75, 32, 29 y 24 millones por kilómetro, respectivamente. Y dos, todas, al igual que Collas, están en Quito, capital de todos los ecuatorianos. Y sí, es verdad, capital de todos los ecuatorianos, es el capital que financia estos 5 lujos de carreteras, al igual que la prolongación Simón Bolívar, que costó 200 millones para 12 kilómetros, es decir, 17 millones por kilómetro (4 millones menos que Collas), al igual que el Metro de Quito, proyecto Odebrecht que recibió 750 millones del capital de todos los ecuatorianos.
Mientras tanto, en el resto del país, vemos cómo semana a semana mueren en las rutas miles de pasajeros en colisiones frontales, en las vías de Guayaquil a Manabí (incluye curva de la muerte), o a El Oro (incluye puente caído porque pasó un tráiler), o a Quevedo (decenas de muertos), todas ellas de un solo carril de ida, es decir, peligro al virar y rebasar.
Es irónico que tanto intelectual dizque de izquierda en Quito, algunos apertrechados en sueldazos burocráticos y de la academia, carezca de coherencia ideológica para defender a los más necesitados que están en las provincias y protestar ante tanto abuso en la disposición arbitraria y para sí de los recursos públicos de todos los ecuatorianos. Ningún quiteño, salvo la honrosa excepción de Pablo Lucio Paredes, ha protestado por la ya ofensiva discrecionalidad que sigue existiendo en la asignación de recursos públicos. Las 6 prenombradas rutas suman una inversión de 2.295 millones, todas en Quito.
Y lo mismo pasa en la educación superior, en donde todas las autoridades son quiteñas desde hace años y disponen de miles de millones, como en Yachay, y de miles de becas, bastante caras, para estudiar en el extranjero. El mismo Barrera que planificó casi todas esas rutas es quien ahora maneja la Senescyt. Caben sospechas, pues, sobre cómo se repartirá el pastel. Y también los cupos para estudiar carreras importantes acá en Ecuador, en donde el acceso se alcanza por un puntaje que se administra secretamente en Quito, sin reportar el origen territorial del beneficiado. Definitivamente, no se administra en función de todo el país. (O)