Las crisis económicas no son una novedad. Luego de la crisis global de 2008 se han desarrollado programas de recuperación a economías fracturadas, con éxito. En Ecuador no escapamos a esto: nos aquejan crisis económicas recurrentemente. Estas se resuelven con decisiones políticas y medidas también económicas, de ahorro y de redireccionamiento de la inversión pública. Los gobiernos han venido rescatando la economía, directa o indirectamente, porque los ciudadanos y las empresas quiebran, pero los estados no y por eso salen al salvataje de lo que ellos mismos generaron con sus políticas sesgadas, evitando así temporalmente un colapso y arrastrando sin piedad al colapso público y privado en corto plazo.
Las “crisis financieras” no son más que la evidencia de las “crisis sociales”. Me atrevo a decir que hace varios años ya vivimos una severa crisis social en el Ecuador. Esta crisis es más peligrosa para la salud social que cualquier problema económico. Es la descomposición de los principios morales más básicos, es la prevalencia del poder y riqueza por sobre honestidad y trabajo.
Se nos ha roto el sistema.
Es urgente redefinirnos en lo que significa ser humano, ser ciudadano, ser político y ser país. Aceptar que ya al Gobierno no le toca seguir rescatando al país en lo social. No puede.
La recomposición debe venir de dentro de la sociedad misma, de los ciudadanos organizados ya no solamente por aspiraciones políticas sino como grupos cívicos y de opinión política. Hoy con la libertad de expresión restituida debemos expresarnos, aportar e incidir en el rescate social de lo público.
La crisis social que atravesamos requiere un esfuerzo concertado de todos los sectores para evitar peores reveses económicos. Hay que reconstruir principios colectivos que cimienten nuestra sociedad desde abajo, desde los grandes hasta los pequeños para legarles a nuestros hijos un país viable en donde la prosperidad sea aún una opción a ganar con méritos y no por el túnel de lo fácil.
Celebremos la apertura al diálogo social y aceptemos la invitación a participar en él. Con opiniones claras y directas, a base de valores morales que privilegien el bien de la mayoría y no de grupos de interés de cualquier tipo. Vamos a la carga del rescate social, quedan pocos cartuchos que quemar. No podemos endosar la responsabilidad más a otros, se acabó. Las decisiones soberanas han sido claras y contundentes en la consulta, ahora es tiempo de implementarlas y exigir su indefinido cumplimiento. Sobre estas decisiones debemos fundar nuestro nuevo orden social desterrando la corrupción en la política, manteniendo alternancia en los funcionarios y sancionando sin plazo los delitos atroces, permanentemente. El cheque social no fue en blanco, como tampoco lo son nuestros impuestos ni aportes económicos al Estado. Luego de purificarnos, para alcanzar la sanación social hay que desterrar las enfermedades que nos han aquejado y no sumirnos en inútiles vendettas.
Al final, la política no es sino la representación y la evolución de los sistemas de creencias sociales. Sobre estas, hoy ya definidas, fundamentaremos la recomposición social en un esfuerzo concertado de empresarios, gobierno y sociedad civil. (O)