¿Quién se iba a imaginar hace tan solo un año el lamentable estado en el que Rafael Correa se encuentra hoy? ¿Quién se hubiese imaginado que el mismo hombre que gozaba del incontestable poder del Estado tuvo que mendigar votos por las calles, traicionado por su propio partido, cubierto de huevos rotos y convertido en una mofa ambulante? La patética situación del exmandatario nos recuerda a las reflexiones del filósofo medieval Boecio, quien en su obra La consolación de la Filosofía describió a la fortuna como una gran rueda donde los que se hallan en la cima pronto se encuentran por debajo, mientras que los que se hallan aplastados de repente van para arriba. Y, sin embargo, si hemos de tomar en serio la reflexión de Boecio, debemos considerar la posibilidad de que la rueda dé la vuelta una vez más. Debemos considerar la posibilidad de que el correísmo no esté muerto y que el que hoy está siendo aplastado por la rueda de la fortuna vuelva a subir. Debemos considerar que el mendigo vuelva a ser rey.
¿Pero cómo podría pasar esto? Pensemos. El modelo económico del Ecuador de la última década ha devenido completamente impracticable. Durante todo este tiempo el motor de la economía ecuatoriana ha sido el gasto público, el cual dependía de la deuda y del petróleo. Pero hoy en día el petróleo que extraemos ya está comprometido y nuestros acreedores ya vienen a tocarnos las puertas. Consecuentemente, el Gobierno ecuatoriano tendrá, por necesidad casi matemática, que eventualmente hacer un gran reajuste e iniciar una política de austeridad. Esta política, a su vez, nos precipitará en un periodo de recesión que durará hasta que la inversión privada pueda sustituir al Estado como impulsor de la economía, lo cual no será de inmediato. Esta será la oportunidad de Rafael Correa.
Si hemos de tomar en serio la reflexión de Boecio, debemos considerar la posibilidad de que la rueda dé la vuelta una vez más. Debemos considerar la posibilidad de que el correísmo no esté muerto y que el que hoy está siendo aplastado por la rueda de la fortuna vuelva a subir.
En efecto, el correísmo tendrá una narrativa lista para explicar la crisis económica. Correa y sus allegados le explicarán al pueblo cómo las políticas “neoliberales” de austeridad fiscal son las causantes de su sufrimiento y cómo la obsesión de “la derecha” con el control del gasto público es la causa de tanto malestar en el país. Esto, por supuesto, será una verdad a medias que obviará el hecho de que la austeridad devino necesaria precisamente por una década de despilfarro. Pero si esta verdad a medias le resulta convincente al pueblo ecuatoriano, entonces presenciaremos una ironía de proporciones históricas: que el correísmo pueda regresar en las alas de una crisis que él mismo causó.
Este futuro no es inevitable, por supuesto, pero es necesario tomárnoslo en serio si queremos evitarlo. En especial, el Gobierno deberá intentar que el inevitable ajuste macroeconómico que se viene sea lo menos doloroso posible para las clases populares. Las voces, sobre todo de la oposición, que a gritos claman por una reducción del gasto deben estar conscientes de que si este reajuste se hace de un modo poco reflexivo y sin miramientos por los más necesitados de la nación, entonces estarán contribuyendo a que la rueda dé vuelta una vez más, y que regrese la dictadura. (O)