En el artículo anterior identificamos problemas puntuales en el sector ganadero nacional, por eso ahora recomendamos esta propuesta técnica para la rehabilitación y desarrollo de este segmento de la producción, que esperamos pueda considerarse para establecer una política de Estado, que debería mantenerse por sobre los períodos de cada gobierno de turno.
Mejorar la productividad es optimizar la capacidad de producción de una actividad, para eso, la fuente generadora de la producción debe disponer de los medios óptimos necesarios para desarrollar su mayor potencial. En el caso de la ganadería, la fuente generadora la constituye el ganado, y el medio para expresar su potencial es su capacidad genética; por eso, si queremos definir un proyecto para incrementar la productividad de nuestra ganadería, debemos primero mejorar su potencial genético.
Un programa técnico y responsable para mejorar la genética de nuestra ganadería debe iniciarse con la implementación de talleres de instrucción, que permitan transmitir a los ganaderos las necesidades reales y las prácticas indispensables que deben ser cubiertas y desarrolladas en cada hato de producción, antes de cualquier ejercicio para adicionar caracteres genéticos.
La participación del Gobierno es indispensable, sobre todo para permitir la incorporación real y efectiva de los pequeños y medianos productores, en un proyecto de tanta trascendencia para el desarrollo democrático e inclusivo de todo el sector ganadero nacional.
Es imperativo entender que el punto de partida para cualquier intento de mejoramiento genético es haber desarrollado la mejor capacidad posible en nuestro propio hato ganadero. Si no hemos sido capaces de hacer expresar el potencial genético de nuestro ganado, menos aún podremos aprovechar una adición de mayor habilidad productiva.
Cuando se aboca a un pretendido proceso de mejoramiento genético sin contar con el conocimiento adecuado sobre nutrición, técnicas de reproducción, programa sanitario y control de enfermedades; si no se cuenta con las edificaciones adecuadas ni el equipamiento técnico necesario, cualquier intento de manipulación genética solo quedará en eso: un intento, peor aún… un intento muy costoso.
Muchos pretendieron mejorar la calidad de su ganadería importando hembras con mayor carga genética, sin siquiera enterarse de que sus propios animales podían tener un potencial de producción mayor, que no había sido identificado ni aprovechado. A veces, solo corregir las prácticas de manejo permite mejorar el potencial de producción que muchas veces es mayor que la aportación genética de nuevas unidades bovinas importadas “en pie”, que siempre verán disminuida su capacidad en el ineludible proceso de adaptación a un nuevo medio, peor aún si el nuevo medio no cuenta con la infraestructura ni el manejo acostumbrado en su lugar de origen.
Todo proyecto de desarrollo agropecuario a nivel nacional, necesita forzosamente la intervención del Gobierno, por su capacidad logística y por la disponibilidad de información alrededor de esta actividad, además porque se requiere de una serie de ordenamientos y legislaciones que solo el Gobierno está en capacidad de promover y facilitar.
La participación del Gobierno es indispensable, sobre todo para permitir la incorporación real y efectiva de los pequeños y medianos productores, en un proyecto de tanta trascendencia para el desarrollo democrático e inclusivo de todo el sector ganadero nacional.
Pero el Gobierno deberá olvidarse de los cargos políticos, y deberá estructurar equipos especializados para asumir responsabilidades y manejos técnicos específicos, como el control de enfermedades y vacunaciones, técnicas de nutrición, y por supuesto, la utilización de la inseminación artificial como método generalizado para la reproducción y la adición de caracteres genéticos mejoradores. (O)