Pensadores han coincidido estos días en la ceguera general al no observar los lamentables actos de políticos y otros; actos deleznables donde las oportunidades de progreso se han despilfarrado, incluso con reyertas que desvían la atención de problemas acuciantes entre los que se cuenta el desempleo y la inseguridad.

Increíble que más tiempo ocupa la discusión de la sociedad por la identidad sexual, que la creciente inseguridad que no solo se trasluce en la delincuencia que padecemos día a día en calles, transportes, negocios y hogares, sino en la inseguridad alimentaria, sanitaria, política, económica. La ignorancia ha tomado relevancia viral con las nuevas herramientas de comunicación. Información falsa se difunde y parece que la reflexión no es moneda actual de la gente. Las puertas están abiertas para perogrulladas, consignas de fanáticos de mal corazón o a sueldo. Un tertuliano radial que escuché confesó que para llegar al radioescucha debía mostrar seguridad en su mensaje, esté o no esté errado. ¿Hacemos más caso a la prepotencia que a la reflexión y discernimiento de todo lo que ocurre? El clamor de los necesitados, la ostentación obscena de élites políticas (local y mundial) que envenenan mental y físicamente los reclamos de quienes hemos sido afectados por delincuentes y gobiernos; pasa a segundo plano frente a gritos de guerra que se escuchan en radio, televisión, se leen en Facebook, Twitter; alocuciones cínicas y ofensivas de ciertos políticos y presentadores, a los que se podría desnudar al mínimo análisis. No es difícil palpar la mala intención de muchos gobernantes, la desproporción con la que se actúa sobre el ciudadano y la benevolencia para con los apadrinados; las fortunas mal habidas en contratos a dedo y con sobreprecios; la violencia política; los que fungen de activistas sociales; si un momento cerramos los oídos a todo el ruido de tonterías que se difunden en las redes, y pensamos a quiénes elegiríamos para el diseño del futuro de nuestros hijos, de todos; conocer quiénes no valen y quiénes sí. Es nuestra obligación, o seguiremos al mando de los de siempre que nos maltratan.(O)

Roberto Francisco Castro Vizueta,
Abogado, Guayaquil