En los últimos meses y sin que lo hubiéramos podido prever siquiera, los ecuatorianos hemos enfrentado un escenario inesperado y que no se le habría ocurrido al más optimista de los opositores del correísmo. El develamiento de una serie de actos de corrupción de los últimos diez años, que paso a paso, nos muestra a la “Década Ganada” de cuerpo entero. Ahora resulta que el gobierno de las manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes no fue más que un período de atraco inmisericorde de fondos públicos, protegidos bajo un manto de impunidad que solo sería posible en una dictadura militar del África subsahariana. Resulta que en la gran mayoría de contratos públicos, por no decir casi en su totalidad, la pluma del peaje revolucionario subía y bajaba en la medida que el potencial contratista pagara la coima del caso. “¿Ya hiciste los pagos?” escribía Glas a los representantes de Odebrecht en su tablet, a decir del delator José Santos Conceiçao. Creo que esa frase, junto a “Vamos por Más” y “Vamos a Defender lo Ganado” retratan lo que fue el gobierno de Rafael Correa de manera fidedigna. “Lo hicimos, lo conseguimos” decía alborozado el vicepresidente de entonces y de ahora, alzando las manos de CaPaYa y Álex Bravo, todos ahora huéspedes de nuestro sistema carcelario.
¿Qué pasó? Nos preguntamos. ¿Cómo fue esto posible? ¿Cómo permitimos que esto suceda? ¿Quiénes nos gobernaron tanto tiempo y con el apoyo de los electores? ¿Por qué esto nos asquea tanto? Creo que debemos empezar por la última pregunta. ¿Qué es aquello del correísmo que nos desagrada en grado sumo? Pues la respuesta es simple, en nuestro fuero interno sabemos que el Gobierno anterior no fue un error estadístico ni un hueco negro en la historia de nuestro país, sino la representación de lo que somos como país, como nación, como grupo social. “Yo jamás haría eso” dirá más de un hipócrita, al leer estas líneas. “Preferiría morir a tomar lo que no es mío” dirán otros, dándose golpes de pecho. ¿Qué porcentaje de nuestra sociedad haría lo mismo que Correa y sus seguidores? Pues el mismo porcentaje de infractores de tránsito que han tratado de sobornar al vigilante que los detiene, de vendedores de mercado que trucan sus balanzas para obtener alguna ganancia adicional, de estudiantes de secundaria que copian en sus exámenes, de médicos que dan un certificado de enfermedad falso a quien se lo solicite, de abogados que tratan de lograr una ventaja adicional en sus procesos mediante el “lobby” con jueces y funcionarios judiciales.
En fin, es lo que somos, no nos molesta tanto la corrupción, cuanto el desparpajo y la prepotencia. Si mañana por azares del destino y del mercado petrolero el barril de crudo sube a 200 dólares por unidad, nos olvidaremos de los atracos y continuaremos nuestra vida felices y contentos. El problema es que esto no pasará dentro de lo previsible y estamos viviendo una recesión económica sentida por todos. Ahora sabemos que el fondo de pensiones del IESS no aguantará 10 años más, los pacientes oncológicos ven cómo el funcionario encargado de entregarles su medicina, alza los hombros cuando son requeridos para el efecto, los dueños de hoteles y restaurantes de nuestra Costa y Amazonía entran en depresión al ver sus negocios vacíos porque la gente no tiene dinero para hacer turismo, amén que un pasaje aéreo a Manta o Guayaquil puede resultar del mismo valor o más caro que uno a Bogotá o Lima. Es entonces cuando enterarnos de la forma en que saquearon las arcas públicas nos arde hasta el tuétano. ¿Que el correísmo violó derechos humanos de forma inmisericorde? Sin duda, yo fui espectador privilegiado de la forma en que estas vulneraciones se cometían en casos como los 10 de Luluncoto, estudiantes del Colegio Mejía o procesamientos a Bonil y Fernando Villavicencio. Los defendí a todos y por ello puedo atestiguar cómo el fiscal del caso Luluncoto utilizó pruebas trucadas y mintió todo cuanto pudo para obtener una condena que a la final fue revocada. Hoy este individuo ha sido premiado por el Consejo de la Judicatura con la Notaría Septuagésima Cuarta de Pichincha. Vi cómo la delegada de la Defensoría Pública, en el caso de los estudiantes del Colegio Mejía, aconsejó a estos declararse como culpables a efecto de recibir una sentencia menor, acogerse a las suspensión condicional de la pena y salir libres inmediatamente. Vi cómo allanaron la casa a Villavicencio y luego cómo mandaron a rectificar una caricatura a Bonil.
Ahora veo cómo se solazan por el encarcelamiento al tío de Glas, pese a ser un adulto mayor y a no haber roto en forma alguna su prisión domiciliaria o del propio vicepresidente, pese a resultar claro que una prisión preventiva a un procesado por un delito con pena de 3 a 6 años, es claramente desproporcionada e innecesaria. “Para que vean lo que se siente” dicen muchos. Los valores del correísmo no se fueron, están más presentes que nunca. (O)
¿Qué porcentaje de nuestra sociedad haría lo mismo que Correa y sus seguidores?