Entrevisté a mujeres que realizan trabajos supuestamente reservados a los hombres. El adverbio supuestamente ya es prejuicio. Escuchemos a Mahatma Gandhi: “Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia del hombre hacia la mujer. Si por fuerza se entiende la fuerza bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el hombre. Si por fuerza se entiende el poder moral, entonces la mujer es inmensamente superior”.
Nunca me parecieron débiles Juana de Arco, Margarita Tatcher, Golda Meir, Evita Perón, Indira Gandhi, Benazir Bhutto, Edith Piaf, Juliette Greco, Matilde Hidalgo de Procel en Ecuador. Decidir entre presidente o presidenta es lo de menos, más importante es considerar que una mujer pueda acceder sin discriminación a la presidencia de un país, como Gehun-hie en Corea del Sur, o de una Asamblea como Gabriela Rivadeneira en Ecuador. Querida o criticada, Marine Le Pen pudo haber sido presidenta de Francia. Fuera de las que pertenecen a la historia, muchas mujeres anónimas dejaron una huella, resolviendo situaciones dramáticas, peligrosas, complejas, a las que ellas hicieron frente con valor, rectitud, honestidad. Una mujer entregó su vida para salvar la de su hijo de 3 años en un terremoto que asoló Lorca en España, lo propio ocurrió en Manabí aquel día 16 de abril de 2016. Todos hemos conocido mujeres de temple, abuelas, madres, esposas, hijas o conocidas, la admirable Mama Noni en el Hogar del Perpetuo Socorro, entidad con la que colaboré durante varios años. No salen a la luz aquellas mujeres que sobreviven, crían a sus hijos con un presupuesto irrisorio, buscan un empleo a como dé lugar. Las madres solteras suelen enfrentar a una sociedad hipócrita que las juzga con ligereza. Conocí a muchas, como cuando llevé a Raphael a un hogar de mujeres abandonadas por su pareja. El artista, impresionado, se quedó en silencio mientras lo llevaba de vuelta a su hotel. Frente al hombre que huye, la imagen de la mujer que asume resulta ser extraordinaria.
En Ecuador las tenemos manejando taxis, autobuses, helicópteros de la Policía, aviones de combate, furgonetas escolares. Eso de “mujeres al volante peligro constante” es un decir machista, pues, según las estadísticas, hay más accidentes provocados por hombres que andan a exceso de velocidad o en estado de embriaguez. Las mujeres tratan con mayor cuidado su automóvil. Un hombre no tiene la paciencia necesaria para atender a un hijo enfermo, mas la mujer puede quedarse meses al pie de una cama en el hospital, en la clínica. Un amigo mío, cuya profesión consiste en recolectar muestras de sangre a domicilio, me dijo que a la hora de recibir el pinchazo de la aguja hipodérmica, los hombres se muestran más flojos que las mujeres. No imagino a los machos llevando a cabo en su cuerpo la gestación de un bebé con las debidas molestias, pero he visto muchísimas veces mujeres matándose en el trabajo, exhibiendo con orgullo una panza de ocho meses. Hablar del sexo débil es una herejía. El Diccionario de la RAE debe revisar sus definiciones. Estamos ya en el siglo XXI. (O)