A propósito de la migración venezolana y producto de su lúcida pluma, Roberto Aguilar publicó en su blog un artículo en el que nos invita a admitir que somos un “país de mierda” y basado en la interacción entre ecuatorianos y venezolanos (especialmente venezolanas) nos da bastante buenas razones. Más allá de la expresión y de los argumentos, creo que el tema merece analizarse, pues nos enfrenta a la constatación que somos exactamente aquello que denostamos. En materia de doble moral y generar mentiras, somos unos campeones. Si como sociedad decimos una cosa, lo más seguro es que lo que se produzca sea el escenario exactamente contrario.

Veamos cómo funciona nuestra justicia por ejemplo. Siete años de interferencia desvergonzada en las decisiones judiciales, jueces preocupados día a día por sobrevivir a las purgas constantes, en las que con pretexto de “error inexcusable” destituyen a todo aquel que no se alinee a la voluntad del poder. Decisiones tan locas como la de la tristemente célebre jueza Karen Matamoros Orellana contra los miembros de la Comisión Anticorrupción, son pan de todos los días. Esta operadora de justicia sentenció a Jorge Rodríguez, Simón Espinosa, Julio César Trujillo, Isabel Robalino Bolle y demás miembros, por el supuesto cometimiento del delito de calumnia en contra del excontralor Carlos Pólit, nada más ni nada menos. Luego de anunciado su fallo y en acto de magnanimidad, el supuesto calumniado perdonó a los venerables miembros de la Comisión, ante una comunidad estupefacta que evidenciaba una vez más, el vomitivo estado de la administración de justicia. Sin embargo y como si no hubiera pasado nada, la propaganda del Consejo de la Judicatura continúa tan campante, “hacemos de la justicia una práctica diaria” nos dicen e incluso muestran premios ganados internacionalmente, cuando todos sabemos el nivel de desconfianza y menosprecio que genera nuestra estructura judicial en el exterior. Queremos una vez más construir realidades a base de discursos y convencer a la ciudadanía de las bondades de un sistema judicial que hace agua por todo lado. Esa es la justicia de este “país de mierda”.

El doble discurso se aplica sin duda también en otros escenarios como el de los derechos de la mujer y sus hijos. Discusiones que considerábamos superadas hace décadas, se han reeditado ahora con nuevos ropajes y a base de las mismas falacias. La “necesidad” de tutoría de la mujer y su supuesta incapacidad para administrar dinero, que hasta hace no mucho se encontraba consagrada legalmente en el Código de Comercio, se nos presenta ahora en forma de obligación de rendir cuentas al padre de sus hijos, para demostrar que los 105 dólares que recibe no son malbaratados en fatuidades y chucherías, como consta en el proyecto de reforma al Código de la Niñez propuesta por Correa en los últimos días de su mandato. Una propuesta de este jaez solo puede entenderse desde esos machismos purulentos y soterrados, que de tanto en tanto afloran y en épocas como la presente, incluso con pretensiones de validez. Esto, que habría sido suficiente hace unos cuantos años como para cuestionarse el coeficiente intelectual de quien lo defienda, hoy ha motivado incluso la conformación de colectivos, en los cuales aquellos bien definidos por Farith Simon como “neomachistas”, tratan de compaginar conceptos como amor paternal y reducción de obligaciones patrimoniales. Se quejan de los montos que deben pagar mensualmente para manutención de sus hijos (que en más del 90% de casos en el Ecuador es inferior a 200 dólares) y reclaman una mayor intervención en la crianza de los mismos. Hasta ahora no encuentro quien pueda explicarme coherentemente la relación entre lo uno y lo otro. Más aún si tenemos en cuenta que de 622 mil alimentantes, casi en su totalidad varones, alrededor de 490 mil (casi el 70%) se encuentra en mora de dos o más pensiones mensuales con sus hijos. En qué país de mierda viviremos, que a estas alturas de la historia tenemos que explicar que los derechos de los niños, niñas y adolescentes van inescindiblemente ligados a los de sus madres y que afectar los segundos, implica necesariamente una vulneración de los primeros.

Pero si todavía tenemos dudas del “país de mierda” en el que vivimos, basta analizar los argumentos de quienes tratan de encubrir y justificar la corrupción del gobierno anterior y muchas de sus gestiones. Ciudadanía universal y expulsión física de cubanos del país se defendieron con el mismo ardor. Inclusión de pueblos ancestrales y persecución penal de sus líderes por el pecado de defender su entorno natural de la depredación extractivista o esa “revolución con cara de mujer”, que a sus propias integrantes denigraba llamándolas “mal...”. creo que nos muestran de cuerpo entero. Lo del trato a venezolanos y venezolanas no es más que la cereza del pastel. (O)