Supongamos que, por alguna razón, usted decide empezar a golpearse la cabeza, repetidamente, con un bate de béisbol. Usted se sentiría bastante mal.

Por consecuencia, es probable que se sintiera mejor si y cuando, finalmente, dejara de hacerlo. ¿Qué le diría esa mejoría en su condición?

De seguro que no implicaría que golpearse la cabeza fuera una buena idea. Sería, no obstante, una señal de que el dolor que estaba sintiendo no era un reflejo de nada que estuviera fundamentalmente mal con su salud. No le dolía la cabeza porque estuviera enfermo; le dolía porque seguía golpeándola con ese bate de béisbol.

Y, ahora, ya entiende lo básico de lo que les ha estado pasando a varias grandes economías, incluida la de Estados Unidos, en los últimos años. De hecho, usted entiende estos fundamentos mejor que muchos políticos y comentaristas.

Empecemos con una historia de ultramar: la política de austeridad en Gran Bretaña. Como ya es sabido, allá en el 2010, el gobierno conservador, que recién había tomado posesión en Gran Bretaña, declaró que se necesitaba una marcada reducción en los déficits presupuestarios para evitar que el país se convirtiera en una Grecia. En los dos años siguientes, casi se estanca el crecimiento de la economía británica, que se había estado recuperando bastante bien de la crisis financiera. No obstante, en el 2013, volvió a repuntar y el gobierno británico reivindicó sus políticas. ¿Se justificaba esta reivindicación?

No, para nada. Lo que pasó, de hecho, fue que los “tories” dejaron de apretar los tornillos –no revirtieron la austeridad que ya se había dado, pero sí dejaron, efectivamente, de hacer mayores recortes–. Así es que ya no siguieron golpeando a Gran Bretaña en la cabeza con ese bate de béisbol. Y, en efecto, el país empezó a sentirse mejor.

Decir que esta recuperación reivindica a la austeridad es una tontería. Como le gusta señalar a Simon Wren-Lewis, de la Universidad de Oxford, si un crecimiento rápido después de una depresión gratuita cuenta como éxito, el gobierno debería solo cerrar la mitad de la economía durante un año; el crecimiento del siguiente año sería fantástico. O, como yo lo expresaría: no se debería concluir que golpearse uno mismo en la cabeza es inteligente porque se siente bien cuando uno deja de hacerlo. Desafortunadamente, la estupidez de la afirmación no evitó su aceptación generalizada por lo que Wren-Lewis llama “macromedios”.

Entre tanto, de regreso en Estados Unidos, no hemos tenido una política de austeridad oficial y declarada, pero, no obstante, hemos tenido bastante austeridad en la práctica, gracias a los recortes automáticos federales y los drásticos realizados por gobiernos estatales y locales. Las buenas noticias son que, al parecer, nosotros, también, dejamos de apretar los tornillos: no está aumentando el gasto público, pero, al menos, ha dejado de bajar. Y el resultado es que le va mucho mejor a la economía. Por fin estamos empezando a ver el tipo de crecimiento, en el empleo y el PIB, que debimos haber visto todo el tiempo. Y el ánimo de la población está mejorando rápidamente.

¿Cuál es la lección importante de este último repunte con Obama? Principalmente, yo diría, que todo lo que se ha oído decir sobre las políticas económicas del presidente Barack Obama está equivocado.

Ya se conoce la perorata: que la economía estadounidense se está debilitando porque, debido al Obamacare, se pierden empleos y el presidente es un redistribucionista, que los discursos de Obama en contra de los negocios (de hecho, no ha pronunciado ninguno así, pero eso no importa) han herido los sentimientos de los emprendedores, provocando que tomen sus canicas y se vayan a su casa.

Esta trama nunca tuvo mucha lógica. La verdad es que al sector privado le ha ido sorprendentemente bien con Obama, se han añadido 6,7 millones de empleos desde que asumió el cargo, en comparación con solo 3,1 millones en el mismo periodo de la presidencia de George W. Bush. Han aumentado las ganancias corporativas, al igual que los precios de las acciones. Lo que nos contenía era una austeridad en el sector público sin precedente: en el punto similar del gobierno de Bush, el empleo gubernamental había subido 1,2 millones, mientras que en el de Obama bajó 600.000. En efecto, ahora que se está relajando esta austeridad de facto, se está reavivando la economía.

Y lo que dice este repunte es que las supuestas fallas de la ‘obamaeconomía’ no tuvieron nada que ver con el dolor que estábamos sintiendo. No nos dolía porque estuviéramos enfermos; nos dolía porque seguíamos golpeándonos con ese bate de béisbol, y nos sentimos muchísimo mejor ahora que ya no lo hacemos.

¿Continuará esta mejoría de nuestra condición? Gran Bretaña declaró su intención de volver a tomar el bate de béisbol; de continuar con más austeridad, lo que no es un buen presagio. Sin embargo, aquí, el panorama parece más brillante. Los hogares tienen una situación financiera mucho mejor de la que tenían hace unos años; es probable que todavía haya mucha demanda contenida, en especial de vivienda. Y la baja en los precios del petróleo será buena para la mayoría del país, aunque es posible que haya bajones en algunas regiones, especialmente, Texas.

Así es que estoy bastante optimista respecto del 2015, y probablemente más allá, siempre que evitemos cualquier daño autoinfligido. Solo dejemos por la paz ese bate de béisbol, ¿bien?

No nos dolía porque estuviéramos enfermos; nos dolía porque seguíamos golpeándonos con ese bate de béisbol, y nos sentimos muchísimo mejor ahora que ya no lo hacemos.

© 2014 New York Times
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