Un gen es una unidad de transmisión que determina el desarrollo de un ser vivo y la aparición de determinados caracteres. Los genes hereditarios son caracteres que se transmiten a los hijos o descendientes, se manifiestan en el grupo sanguíneo, color de la piel, los ojos, el cabello, en los rasgos de la personalidad, el aspecto, las capacidades sensoriales, la inteligencia...; estos genes están situados en los cromosomas. Hay otros caracteres que influyen en el medio ambiente, son los llamados “adquiridos”, como la altura de un individuo, que depende de la alimentación recibida en su infancia. Cada tipo de organismo vivo tiene un número determinado de cromosomas, por ejemplo, en los humanos hay 23 pares de cromosomas organizados en 8 grupos, según el tamaño y la forma, que proceden por partes iguales de la madre y del padre. Las diferencias de rasgos entre personas resultan de la combinación genética de los cromosomas al pasar de una generación a otra. Los caracteres determinados por el ADN citoplasmático se heredan con más frecuencia a través de la madre que del padre. Los caracteres que se expresan como variaciones en cantidad o extensión, como el peso, la talla o el grado de pigmentación de la piel, los ojos o el cabello, suelen depender de muchos genes, así como de las influencias del medio que lo rodea. Gregor Mendel, monje austriaco, es considerado el padre de la genética; sus experimentos se basaron en la transmisión de los caracteres hereditarios, fundamento actual de la teoría de la herencia. Las leyes de Mendel explican los rasgos de los descendientes a través de las características de sus progenitores, dando como resultado el enunciado de dos principios que más tarde serían conocidos como “leyes de la herencia”, definiéndolos como ‘gen dominante’ y ‘gen recesivo’, característicos de un ser vivo. Posteriormente, Morgan contribuyó a los estudios genéticos en lo que denominó “la herencia ligada al sexo”.

La ciudad de Guayaquil, entre 1880 y 1925 experimentó un incremento demográfico con la venida de inmigrantes provenientes de Europa, Asia, Norteamérica y de vecinos del norte y sur del país. La presencia de ellos estuvo vinculada a la modernización económica como a los “rasgos eugenésicos hereditarios”. La herencia de Italia en nuestra ciudad ha marcado huella notable en las mujeres dentro del arte, la educación, la política, la ciencia, la industria y el comercio, muchas de ellas tienen el gen EYCL1 responsable del color verde y azul de sus ojos, localizado en el cromosoma 19. Fray Reginaldo de Lizárraga, 1605, describió a un grupo de los Guancavilcas (viven en Guayaquil), como gente bien dispuesta y blanca. En la letra de Lauro Dávila, dice: “Si a tus rubias y morenas,/ que enloquecen de pasión,/ les palpita el corazón/ que mitiga negras penas,/ con sus ojos verdes mares/ o de negro anochecer,/ siempre imponen su querer/ Guayaquil de mis cantares...”. Frase de Juan Montalvo: “una guayaquileña de pelo suelto, cuyos hombros están forzando la chaqueta, vestida de holandas y sinabafas delgadísimas que van y vienen cual ondas de blanca espuma…”. Nuestra vicealcaldesa de Guayaquil, abogada Doménica Tabacchi Rendón, de cabellos rubios, ojos verdes y piel blanca, es “auténtica guayaquileña” cuyos rasgos provienen de inmigrantes, como la mayoría de mujeres que nacen en Guayaquil, lo que caracteriza su multicultura, etnia y genes hereditarios, es una mujer que sí representa a nuestra ciudad genéticamente. (O)