Tay Thi Nguyen es una de las personas más poderosas que conozco, de tan solo 40 kilos de peso. Y tiene una presencia imponente, con su estatura de poco más de 1,50 metros. Ella es tan fuerte que quizá podría levantar pesas de 20 kilos.
Tay Thi se desmayó en tres ocasiones cuando estaba en la escuela, estudiando para ser maestra de inglés, pues se quedaba sin comer para pagar su colegiatura. Pero tuvo la fuerza de persistir y fue la primera persona de su aldea que concluyó la universidad, encarnando tanto valor y altruismo que, para mí, ella es la graduada universitaria del año en todo el mundo.
Tay Thi tiene 20 años y también representa el principio de que la mejor palanca de que disponemos para lograr el cambio social es la educación de las niñas, cuya importancia quedó de relieve a raíz del secuestro de las estudiantes nigerianas.
Octava de nueve hijos en una pobre familia de campesinos en el delta del Mekong, Tay Thi destacó pero su madre le exigió –sin éxito– que dejara los estudios después de la primaria para irse a trabajar de sirvienta de planta en la lejana ciudad Ho Chi Minh.
“Ella se enojaba mucho conmigo”, recuerda Tay Thi. En octavo año, la mamá le quemó los libros escolares para obligarla a dejar los estudios, pero Tay Thi pidió libros prestados y siguió destacando en la escuela.
Seguir en la escuela le fue posible gracias a la ayuda que recibió de la asociación Lugar para Estudiar, que patrocinó a Tay Thi pagando las colegiaturas, los uniformes, los libros, una bicicleta para ir a la escuela y otros gastos.
Tay Thi perseveró pese a que sus padres nuevamente le quemaron los libros en duodécimo año. Cuando terminó la preparatoria, ella se preparó en secreto para el examen de ingreso en la universidad. Su madre se enteró de eso solo cuando Tay Thi salió de la casa a hacer el examen. “¡Espero que lo repruebes!”, le gritó la madre a modo de despedida.
Otros estudiantes llegaron al lugar del examen acompañados de sus padres, que los vitoreaban y adoraban. Ella llegó sola, llorando. Aun así, ella destacó en las pruebas.
Sin apoyo de sus padres, la universidad parecía fuera de su alcance. Pero Tay Thi había ahorrado hasta el último centavo que pudo. Había trabajado mucho en sus vacaciones; a veces en un empleo fabril de día y en un restaurante de sopa de pato hasta las 2 de la mañana. Incluso en las celebraciones del Año Nuevo vietnamita, ella trabajaba sola en los campos atrapando cangrejos para vender, viendo los fuegos artificiales a distancia.
En la universidad, Tay Thi se impuso un presupuesto de 3,5 dólares a la semana para comidas. Desnutrida, a veces se derrumbaba desmayada en medio de la clase. Los profesores y los estudiantes descubrieron que ella se estaba matando de hambre y que prácticamente no tenía un centavo, lo que hizo que Tay Thi se sintiera humillada. “Me sentí muy molesta por eso”, afirma. Pero, en retrospectiva, fue un momento decisivo pues sus maestros y compañeros respondieron con amabilidad, simpatía y ayuda.
El grupo Lugar para Estudiar le consiguió la beca de una empresa, lo que le significó más dinero para gastar. Tay Thi así pudo comer más para evitar desmayarse en público.
Tay Thi comparte una pequeña habitación con otras dos muchachas. Las tres duermen en el suelo, una junto a la otra. Ella puso una pequeña luz de lectura que no despierta a las otras. Así estudia hasta medianoche, y después pone la alarma a las 4 de la mañana para seguir estudiando.
Ella se apasiona también por la educación para los demás. Primero, animó a su hermano mayor para que regresara a la escuela. Cuando él se opuso, Tay Thi salió y lo inscribió como estudiante, seleccionó sus materias y lo intimidó hasta que cedió. Después de años de trabajar como jornalero, ahora él es mecánico.
Después, ella persuadió a su hermano menor para que la siguiera a la universidad, donde ahora él está en el primer año. Incluso sus padres cambiaron de opinión, en parte porque ven que Tay Thi pronto será maestra de inglés, el miembro mejor pagado de su extensa familia.
Tay Thi está haciendo arreglos para dar clases en la escuela de su remota aldea, donde ella quiere abogar por la educación. “Quisiera cambiar la mentalidad de la gente”, revela. “Es una forma de ayudar a los niños de mi comunidad”.
Los secuestros en Nigeria pusieron bajo los reflectores a la educación de las niñas y Tay Thi es un ejemplo de la importancia de esta causa. Se dice que si enviamos a un chico a la escuela estaremos educando a un hombre; pero que si enviamos a una chica, estaremos educando a toda una aldea. No siempre es así, pero darles su lugar a las chicas es la mejor forma de que una comunidad cobre conciencia. La educación de las niñas también está estrechamente relacionada con el tamaño de la familia. Cuando le pregunté a Tay Thi si pensaba tener nueve hijos como su madre, ella soltó una carcajada y respondió con un estruendoso no.
Así pues, festejemos a la graduada más poderosa en esta temporada de fin de cursos, una muchacha de fuerza incomparable que ahora está fascinada ante la posibilidad de regresar a su pobre aldea campesina y enseñarles a los niños a cambiar su mundo.
La educación de las niñas también está estrechamente relacionada con el tamaño de la familia. Cuando le pregunté a Tay Thi si pensaba tener nueve hijos como su madre, ella soltó una carcajada y respondió con un estruendoso no.
© The New York Times 2014.