Todavía con las cenizas de los años viejos encendidas, el presidente marca el paso de lo que será el año 2014. No hubo propósito de enmienda, como acto o señal del espíritu navideño o como casi todos hacemos en el Año Nuevo, compromiso o promesa de hacer las cosas de manera diferente, buscando mayor conciliación entre ecuatorianos, sean del signo político o ideológico que fueran. Tampoco hubo llamado o mensaje navideño o de fin de año que marcase un nuevo tono o compromiso con las instituciones republicanas, algo usual en las democracias. Tampoco hubo perdón presidencial, por ejemplo, para quienes participaron real o supuestamente en los actos del 30 de septiembre. Finalmente, Navidad y Año Nuevo fueron continuidad de lo que ya se observó en el 2013.
Los allanamientos de los domicilios de Fernando Villavicencio y Cléver Jiménez marcan nuevos hitos en la escalada contra el debido proceso, la subordinación del sistema judicial y legislativo a Carondelet y las restricciones severas a los derechos políticos y ciudadanos. La Fiscalía y la Presidencia de la Asamblea actuaron con una complicidad lamentable. Sobre la base de estos actos se pretende ahora enjuiciar al legislador y a su asesor, como si no importara cómo se obtuvo la supuesta evidencia. Pero más allá de lo actuado, este episodio envía, a mi juicio, un poderoso mensaje que amedrentará a quienes busquen desafiar el poder constituido. De una u otra manera, es el mismo episodio de la disolución de Pachamama, por medio de una decisión administrativa, sin que se observe un debido proceso judicial. Los derechos constitucionales poco a poco son recortados por leyes y normas inferiores; su superioridad jurídica en los hechos desaparece.
La campaña electoral para las elecciones seccionales también se ha iniciado con el pie equivocado. Una declaración presidencial: la posibilidad de incorporarse activamente en la campaña seccional, pidiendo licencia, y la importancia que para la revolución ciudadana tiene triunfar en Guayaquil marcan el escenario electoral. El eje de la campaña se ha definido ya, alineamiento o autonomía de los gobiernos seccionales frente al Gobierno nacional. Debate definido desde la Presidencia; la débil oposición parece dormida o chuchaqui después de las fiestas, incapaz de hacer una propuesta alternativa. No hay defensa de la descentralización y del poder de los gobiernos descentralizados autónomos, demanda de pluralidad en las opciones políticas locales, ni pedido de que al menos se respete lo estatuido en la Constitución y en el Cootad. O estás conmigo o estás en contra parece ser la única disyuntiva y consigna.
Pero este espíritu conformista que acepta los hechos consumados parece haberse introducido en los hogares ecuatorianos, que celebraron con abundancia estas fiestas, el feriado prolongado, las opciones ampliadas de compra y las buenas ventas. Prefieren no leer ni informarse de estas otras manifestaciones del poder gubernamental y justifican de alguna manera las restricciones a las libertades ciudadanas, aunque para ello deban hacer piruetas rocambolescas.
Termino esta primera columna del año transcribiendo estas palabras del papa Francisco en su mensaje de Año Nuevo: “Cada cual tenemos la responsabilidad de trabajar para que el mundo sea una comunidad de hermanos respetuosos unos de los otros, que se aceptan en su diversidad y que se preocupan por los demás”.