“Nunca me he sentido tan denigrado en toda mi vida y creo que jamás permitiré que me vuelva a suceder”, así calificó Aurelio, de 23 años, la experiencia del vuelo de deportación en el que llegó este martes, 28 de enero, a Guayaquil desde Estados Unidos.
Él viajó desde Luisiana, estado del sureste de Estados Unidos, con esposas atadas a la cintura, manos y tobillos. Así como él, decenas de hombres -en su mayoría solteros o que no son casados legalmente- fueron traídos desde Estados Unidos como si se tratara de ‘reos’ o ‘criminales’, como ellos califican la acción.
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Las esposas les fueron retiradas unos 20 minutos antes de aterrizar en Ecuador. Por lo que, dentro del avión, no pudieron moverse con facilidad o acudir al baño.
A las 14:13 de este martes llegó el vuelo de la aerolínea GlobalX con migrantes deportados desde Harlingen Valley, en el valle del río Grande, en el estado de Texas (Estados Unidos) al aeropuerto José Joaquín de Olmedo.
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Ellos son parte de los primeros grupos deportados en el nuevo mandato del presidente Donald Trump, aunque fueron aprehendidos antes de su posesión.
Aurelio estuvo dentro del grupo de decenas de personas y grupos familiares que en su mayoría estuvieron detenidos entre ocho y dos meses, antes de la investidura del presidente Donald Trump del 20 de enero anterior.
Aurelio estuvo retenido en el centro de retención de Luisiana por dos meses. Salió de Ecuador en noviembre de 2024 desde Quito, de donde es oriundo, viajó hasta El Salvador y luego emprendió la travesía hasta el país norteamericano. Poco antes de llegar a El Paso fue detenido por la policía de migración y llevado al centro del mismo nombre. Aproximadamente una semana después lo trasladaron hasta Luisiana.
”En el primer traslado desde el centro hasta el bus me pusieron esposas, pesadas, oxidadas, que me lastimaron la cintura y las manos. Ahora cuando ya nos dijeron que nos iban a deportar, nos pusieron a los solteros las mismas esposas que nos recordaban el viaje de terror que hemos tenido”, contó.
Otro migrante, el lojano Paulo, de 38 años, vivió momentos de terror al pasar ocho días con las manos atadas y en un espacio frío. A diferencia de otros migrantes, a él lo confundieron en la frontera con un hondureño que era buscado por la justicia de ese país y lo mantuvieron en el centro de retención de El Paso de esa manera.
”En mi vida estuve involucrado en algún acto delictivo aquí en el país. Yo era taxista y trabajé los últimos cinco años para tener una platita y pagar a una persona que me llevaría a Nevada. Lastimosamente esa persona se desapareció y tuve que caminar la frontera solo y sin guía. En la zona sur de Texas me agarraron, me golpearon y me dijeron que era hondureño. No tenía mis papeles y fue difícil hablar para decirles que no era quien pensaban”, contó.
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Al llegar a Guayaquil, con sus papeles en una funda y con la ropa que le entregaron en el centro de retención, tenía previsto ir hasta la terminal y tomar un bus hasta su ciudad, Loja.
El avión que trajo a estos migrantes dejó a los pasajeros en una de las mangas de arribos internacionales y siendo las 15:38 despegó de retorno a Alexandría, Estados Unidos.(I)