Alejandra, una ingeniera guayaquileña de 35 años, había estacionado su carro cerca de un centro médico de la ciudadela Kennedy, en octubre pasado, y cuando salió notó que le habían roto una ventana y que de la cajuela le habían sacado dos bolsos.

En uno tenía una computadora portátil de la empresa para la que trabaja; y en el otro, sus equipos de buceo e implementos personales.

Aunque fue a poner la denuncia a la Fiscalía del Guayas para presentarla en su trabajo y aplicar al seguro del carro, dice que estaba segura de que no iba a ser contactada por los policías para atrapar a los ladrones, pese a que en la zona hay cámaras.

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Pero días atrás la situación cambió, unos amigos le enviaron unas capturas de pantalla de unos equipos de buceo que eran ofertados en una popular plataforma de comercio electrónico.

Alejandra los reconoció de inmediato. Eran sus pertenencias, vio su mochila para pesca, aletas, equipo de esnórquel y demás artículos para practicar buceo.

“Tiene pesas personalizadas y la persona que los subió a la plataforma dice que lo está rematando todo porque se va de viaje y pide $ 280”, dice la perjudicada consternada.

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Ella acudió a la Policía Judicial, en la entidad le pidieron su número y le indicaron que un agente se iba a poner en contacto con ella, pero han pasado ya dos semanas y eso no ocurrió.

Los equipos siguen disponibles en la web y la dueña cuenta que por temor no ha citado al vendedor para tratar de recuperar sus pertenencias, porque “en esta época hasta te pueden matar por reclamar”.

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Este Diario se contactó con la Policía Judicial para conocer sobre el caso de Alejandra y si han tenido otros reportes de artículos robados que sean ofertados en esta red social, pero hasta esta publicación no hubo una respuesta y tampoco se contactaron con la perjudicada.

Una historia similar le pasó a Sofía el año pasado. Le robaron un celular mientras estaba farreando y una semana después lo vio en la misma plataforma. Lo reconoció enseguida y le escribió al vendedor para hacer una cita y, supuestamente, comprarlo.

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“Era una señora la que lo ofertaba en línea, pero cuando llegamos al centro comercial era realmente un hombre el que llegó a venderme mi propio teléfono. Fui con la denuncia, con la caja original de mi teléfono (donde se veía el IMEI) y, claro, fui acompañada”, relató la joven de 25 años, quien fue con su padre y su hermano mayor.

Sofía contó que el hombre le dio el teléfono para que lo revisara. Al ver el IMEI, ella abrió su bolso, sacó la caja original y la denuncia que había puesto en la Fiscalía.

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“Le dije que era robado y que yo era la dueña. Que iba a llamar a la Policía para que se lo llevaran preso. Él enseguida dijo que a él se lo habían vendido hace unos días y que no sabía que era robado, empezó a poner excusas y a disculparse antes de irse”, explicó.

Ella y sus familiares permanecieron en el centro comercial varias horas por temor a que el sujeto estuviera afuera esperándolos o que los fuera a seguir. (I)