“Se le emplastica, se le emplastica el certificado de votación”, gritaban a voz en cuello dos mujeres a unos cinco metros del ingreso al recinto electoral Escuela Sucre, en el centro de Quito, a dos cuadras del playón de La Marín.
Esto a pesar del acuerdo firmado entre el Consejo Nacional Electoral (CNE) y la Asociación de Municipalidades Ecuatorianas (AME) para que las ventas ambulantes se ubiquen en un radio de alrededor de 100 metros de los recintos electorales.
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Antes de ingresar a la unidad educativa, dos policías revisaban las maletas o mochilas de quienes iban a sufragar y pedían tener a la mano un documento de identidad.
La jornada electoral se inicia con normalidad en el sur de Quito
Los ofrecimientos de cubrir con plástico el certificado de votación se replicaban en el recinto electoral del colegio Fernández Madrid, a tres cuadras de la plaza de Santo Domingo.
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Una mujer, a un metro de la puerta de ingreso y salida, promocionaba esa labor, que señaló siempre la hacía desde hace varios años. $ 0,25 es el precio que cobran, aunque en similares negocios cuesta $ 0,20.
Alicia Tejada comentó que más de diez años está en el negocio de cubrir el certificado de votación. Ella vive junto a ese establecimiento educativo. En el pasillo de ingreso a su casa puso una mesa y una máquina; en la pared -a mano alzada- en una cartulina blanca se indicaba el valor de $ 0,25.
Mencionó que en las elecciones pasadas no les permitieron ejercer ese trabajo, pero este domingo sí, si es que no obstruyen el ingreso y la salida de los electores.
Había comprado trece cajas con material plastificado, cada una de 100 unidades. Hasta antes de las 09:00 ya terminó dos. Era optimista de que le iba a ir bien, aunque indicó que suele terminar con la mercancía antes de las 17:00.
En este establecimiento educativo había presencia policial, pero no revisaban el contenido de las mochilas.
El proceso electoral era ágil. Las personas que no sabían dónde votar preguntaban a funcionarios del CNE, quienes les orientaban ante la atenta presencia de militares.
Votar llevaba pocos minutos. Una de las papeletas, la de presidente y vicepresidente, se debía colocar en una urna, en tanto que las tres restantes, de asambleístas provinciales y nacionales, y parlamentarios andinos, en otra.
Luis Catota, quien es de Cotopaxi, se demoró unos cinco minutos en depositar el voto. No hizo fila. Su esposa, María, sostuvo que había poca gente.
Luis ha preferido no cambiarse de recinto electoral a pesar de que vive en la loma de Puengasí, en el suroriente de la urbe.
Una vez que votó, comentó que iba a atender su negocio de comida.
En Quito hay alrededor de 400 recintos electorales, entre urbanos y rurales, varios de los cuales iban a ser monitoreados de manera especial, por ser los más grandes, con drones.
Autoridades municipales instalaron un Puesto de Mando Unificado y había unos 6.000 funcionarios que efectuaban operativos interinstitucionales. (I)