César Pérez Romero tenía 11 años cuando se produjo el llamado 30-S. Vio por televisión las protestas de policías que reclamaban por una ley que a su juicio perjudicaba sus carreras y vio cómo el expresidente Rafael Correa se desgarraba la camisa pidiendo que lo mataran. Pero también vio cómo su padre, César Pérez Barriga, iba de un lado a otro de la sala de la casa hablando por teléfono con autoridades y líderes de opinión para comprender qué es lo que estaba pasando, y además haciendo seguimiento al trabajo de la redacción de EL UNIVERSO que cubría la noticia.