El abogado penalista Felipe Rodríguez se encuentra en Miami, Estados Unidos. El lunes asistirá a la lectura de la sentencia del excontralor general del Estado Carlos Pólit. El jurista lo enfrentó en el 2017, luego que Pólit denunciara a los miembros de la Comisión Anticorrupción, entre ellos su padre Jorge Rodríguez, por calumnia. Ellos fueron condenados a un año de prisión, pero la defensa del excontralor los “perdonó” y retiró la demanda. Siete años después, Rodríguez dice que mirará a Pólit cuando la justicia estadounidense lo condene por actos de corrupción.
¿Cuándo fue la primera vez que escuchó el nombre del excontralor Carlos Pólit?
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La primera vez que escuché el nombre de Carlos Pólit lo relacioné inmediatamente con las injusticias que se estaban cometiendo en nombre de la justicia. Me di cuenta de que los casos que se armaban por peculado, cohecho o cualquier otro delito contra la administración pública se manipulaban de tal manera que los verdaderos responsables seguían sin ser molestados, mientras que aquellos que no tenían nada que ver eran procesados y condenados.
¿Cómo logró usted detectar este patrón de injusticia?
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Fue en casos sencillos, donde la máxima autoridad, que según la ley era la única persona autorizada para firmar documentos, permanecía intocable, mientras que procesaban a la secretaria que simplemente había redactado el documento. Empecé a notar que los verdaderos responsables, aquellos en posiciones de poder, nunca eran investigados o perseguidos. Me di cuenta de que todo esto era una estrategia para proteger a los que tenían conexiones con el contralor.
¿Puede darnos un ejemplo de un caso que recuerde que fue así?
Sí, recuerdo claramente cuando defendí a personas que habían sido acusadas injustamente en casos manejados por la Contraloría. Clientes míos me contrataban para defenderlos de informes borradores que salían de la Contraloría, donde se sabía que las personas no tenían responsabilidad en los hechos. Aquellos que se negaban a seguir el camino corrupto que se les proponía siempre quedaban involucrados en los casos, mientras que los que sí accedían eran exonerados.
¿Cuál fue la primera causa en la que usted se enfrentó directamente con Carlos Pólit?
Fue cuando Pólit presentó una querella contra la Comisión Anticorrupción. Lo enfrenté por primera vez justo en la transición de gobierno, cuando Rafael Correa dejaba el poder y Lenín Moreno había sido electo. En ese caso, la Comisión fue sentenciada por supuesta calumnia, aunque en realidad las denuncias nunca se investigaron adecuadamente. Pólit, con todo el poder que tenía, manipuló el sistema para asegurarse de que la Comisión fuera condenada, a pesar de que legalmente no había fundamento para ello.
¿Cómo reaccionó usted cuando vio que la justicia no estaba de su lado?
Fue una de las mayores injusticias que he presenciado. La audiencia fue un claro ejemplo de cómo el sistema judicial estaba corrupto y doblegado por el poder de Pólit. A pesar de que presentamos una defensa sólida y contundente, la jueza, bajo presiones evidentes, terminó condenando a los comisionados. Recuerdo que la jueza estaba pálida y claramente incómoda al dar el veredicto, lo que me hizo pensar que había sido amenazada o presionada de alguna manera.
¿Cómo se sintió al ver a Pólit irse a Estados Unidos?
Cuando Pólit huyó a Estados Unidos, sentí una mezcla de alivio y frustración. Alivio porque ya no estaría aquí para seguir manipulando la justicia, pero frustración porque sabía que en Miami, como muchos otros delincuentes latinoamericanos, disfrutaría de su vida sin enfrentar las consecuencias de sus actos.
¿Qué significa para usted el caso Pólit?
El caso Pólit representa para mí la lucha contra un sistema corrupto que busca aplastar a quienes se atreven a desafiarlo. A pesar de las injusticias que vivimos, siempre supe que algún día la justicia lo alcanzaría, y me prometí a mí mismo que estaría presente cuando eso sucediera. Este caso me deja la enseñanza de que la corrupción puede destruir a generaciones. Pólit, que enseñó a su hijo a lavar activos, verá cómo su legado de corrupción lo lleva a morir en una celda fría, dejando como herencia el peor de los males: un hijo corrupto. (I)