Llegó el carnaval y la ciudad brasileña de Río de Janeiro está vacía y el ambiente es triste; no hay turistas, los hoteles operan a media marcha y el color del carnaval se esconde bajo el gris asfalto de las calles. Este año la pandemia de COVID-10 mató la fiesta más icónica de Brasil y dejó sin sustento a miles de cariocas que viven del espectáculo cada año.
Por primera vez en la historia de Río su carnaval, que debió comenzar el 12 de febrero y culminar el 17, se canceló para evitar contener al coronavirus y las consecuencias económicas de esta medida se predicen nefastas, con pérdidas estimadas hasta en 2.700 millones de reales ($ 509 millones), cifra nunca antes vista.
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La medida afectó desde a vendedores ambulantes de bebidas y alimentos que año a año calmaban la sed de miles de folioes (fiesteros) en las comparsas callejeras hasta al sector hotelero, que ve en este momento reducida su ocupación en más del 50%.
Los artesanos, diseñadores, carpinteros, soldadores, costureros y mecánicos que año tras año dan brillo al carnaval también han sentido el azote al no tener en qué trabajar.
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También se suman un gran número de músicos, bailarines y comerciantes que importaban adornos, disfraces e implementos para el carnaval.
El impacto más fuerte lo han sentido los pequeños negocios y los trabajadores temporales, en su mayoría personas de escasos recursos que viven en las favelas de Río y cuyo sustento depende del carnaval.
Fabio Bentes, economista de la Confederación Nacional del Comercio (CNC), dice que solo en el sector turismo más de 25.000 personas que antes ayudaban a atender las demandas de la principal fiesta carioca dejaron de ser contratadas temporalmente en hoteles, bares y restaurantes de Río.
Las escuelas de samba también han tenido que reducir drásticamente su personal para mantenerse a flote.
La Portela, la mayor campeona de la fiesta carioca y una de las escuelas de samba más tradicionales de Río con 98 años de existencia, no es la excepción. En 2020, 50 de sus miembros fallecieron -la mayoría por COVID- y los ingresos propios de la escuela prácticamente se esfumaron por impedimentos de la pandemia perjudicando a 400 personas.
“Es mucha gente. Es un ejército que trabaja para cada escuela y esas personas necesitan de un proyecto de carnaval para poder sustentar a sus familias”, dice Fabio Pavao, vicepresidente de la Portela.
El año pasado, 2,1 millones de turistas, cerca de 500.000 extranjeros, visitaron Río durante la fiesta y dejaron $ 717 millones, al cambio actual, un récord para la cidade maravilhosa que en los últimos años venía aumentando.
En un primer momento, el carnaval llegó a condicionarse a la vacuna y fue aplazado para julio, pero en enero la Alcaldía lo canceló. La decisión traerá un fuerte revés económico, pero evitará aglomeraciones y contagios. Río, de 7 millones de habitantes, registra 193.000 casos y 18.000 muertos por el virus, el mayor número en todo Brasil. (I)