La NASA ha estado vigilando una inusual anomalía en el campo magnético de la Tierra, una vasta región de intensidad magnética reducida que se extiende entre América del Sur y el suroeste de África. Este fenómeno, conocido como la Anomalía del Atlántico Sur (SAA, por sus siglas en inglés), ha atraído la atención de los científicos durante años, especialmente la de los investigadores de la agencia espacial estadounidense, debido a su impacto en las misiones espaciales.

El SAA, que ha sido descrito por la NASA como una especie de “abolladura” en el campo magnético de la Tierra o un “bache en el espacio”, no representa una amenaza para la vida en la Tierra. Sin embargo, sí tiene consecuencias para los satélites y las naves espaciales en órbita baja, como la Estación Espacial Internacional (EEI), que atraviesan esta área en sus trayectorias. La reducción de la intensidad magnética en la zona deja a los satélites expuestos a partículas cargadas del Sol, lo que puede provocar fallos en sus sistemas tecnológicos.

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Durante su paso a través de esta anomalía, los satélites pueden experimentar cortocircuitos o malfuncionamientos en sus sistemas electrónicos debido a los protones de alta energía provenientes del Sol. Aunque los daños suelen ser menores, estos pueden llevar a pérdidas de datos importantes o incluso daños permanentes en componentes clave, lo que obliga a los operadores de satélites a apagar los sistemas antes de que sus naves ingresen a la zona afectada. Este riesgo ha motivado a la NASA a seguir de cerca la evolución del SAA, ya que sus implicaciones podrían afectar la operatividad de futuras misiones espaciales.

El estudio de esta anomalía también ofrece una oportunidad única para explorar un fenómeno geofísico complejo. Según el geofísico de la NASA, Terry Sabaka, el campo magnético terrestre es generado por corrientes eléctricas que se originan en un océano de hierro fundido en el núcleo externo de la Tierra. Sin embargo, la presencia de una enorme reserva de roca densa debajo de África, conocida como la Provincia Africana de Baja Velocidad de Cizalla, interfiere en la generación uniforme de este campo magnético, provocando una disminución de su intensidad en la región afectada por la anomalía.

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La SAA no solo ha captado la atención por su impacto en los satélites, sino también por su comportamiento inusual. Los estudios han revelado que la anomalía no es estática, sino que está en movimiento. En 2016, un estudio dirigido por la helioprofesional de la NASA, Ashley Greeley, mostró que la SAA se desplaza lentamente a través del Atlántico Sur. Más recientemente, en 2021 se confirmó mediante el monitoreo de CubeSats que la anomalía sigue cambiando su ubicación.

Un hallazgo aún más sorprendente es que la SAA parece estar dividiéndose en dos partes. En 2020, los investigadores descubrieron que la anomalía estaba comenzando a separarse en dos células distintas, cada una con su propio centro de baja intensidad magnética. Este cambio plantea interrogantes sobre el futuro de la anomalía y sus posibles implicaciones a largo plazo. Sin embargo, algunos estudios sugieren que este fenómeno no es un evento reciente, sino una fluctuación recurrente que podría haber afectado la Tierra durante los últimos 11 millones de años.

A pesar de los avances en la comprensión del SAA, siguen quedando muchas preguntas sin respuesta. Un estudio reciente ha sugerido que la anomalía podría tener un impacto en las auroras visibles desde la Tierra, lo que añade una nueva dimensión al fenómeno. Aunque su origen y efectos siguen siendo objeto de investigación, la NASA continúa con su vigilancia constante, ya que este fenómeno sigue cambiando y presenta desafíos para la ciencia. Según Sabaka, “aunque la SAA se mueve lentamente, está experimentando un cambio en su morfología, por lo que es importante seguir observándola para realizar modelos y predicciones más precisas”. (I)