Cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio dejó su ciudad para participar del cónclave en el Vaticano que elegiría al sucesor de Benedicto XVI, seguramente no imaginó que esa sería la última vez que pisaría suelo argentino.
Con 76 años ―uno más de los que suelen tener los obispos cuando presentan su renuncia al Papa― estaba lejos de ser uno de los favoritos para ocupar el cargo vacante, según los analistas.
“Cuando partió de Buenos Aires para el cónclave se lo veía algo triste, estaba preparándose una habitación en el Hogar Sacerdotal del barrio porteño de Flores para su retiro”, contó el sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires Guillermo Marcó al diario argentino Clarín.
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Sin embargo, para su sorpresa ―y la del mundo entero― el conciliador clérigo se impuso, iniciando un papado que duraría 12 años.
Gustavo Vera, un activista contra el trabajo esclavo y la trata de personas que era muy amigo de Bergoglio, le contó a BBC Mundo que el pontífice se imaginaba un papado mucho más corto.
“Él pensaba que iba a ser de cuatro años, por su edad, o porque tal vez tuviera que abdicar por un ACV (accidente cerebrovascular) o lo que fuera”, dijo el dirigente de la Fundación La Alameda, que se hizo amigo del prelado cuando era arzobispo.
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Durante el papado de Francisco, ambos intercambiaron cientos de cartas. “Él las escribía de puño y letra, se las escaneaban y me las mandaban”, revela Vera. Allí el pontífice siempre mostró interés por lo que pasaba en su país de origen.
“A veces hacía comentarios sobre fútbol, a veces sobre tango, a veces sobre hechos culturales”, cuenta Vera, quien dice que el Papa seguía las noticias argentinas “al detalle”.
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“Francisco mantuvo su conexión con la Argentina todo el tiempo. En su agenda de estos 12 años siempre hubo una cantidad muy nutrida de argentinos que iban a las audiencias, que iban al Ángelus, que tenían audiencias personales. Siempre estuvo de alguna manera con su corazoncito en Argentina”, asegura.
Por todo esto, una de las cosas que más llaman la atención sobre el papado de Francisco es que en 12 años nunca visitó su país de origen.
Francisco viajó a cuatro de los cinco países que limitan con Argentina: Brasil ―su primer viaje al exterior, a tres meses de asumir, en 2013―, Bolivia y Paraguay en 2015 y Chile en 2018.
También viajó a otros países de América Latina, incluyendo a Cuba, Ecuador, México y Perú.
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¿Por qué, entonces, no fue a su propio país?
La respuesta revela la complicada relación que tenía Francisco con su patria, donde muchos lo amaban y hoy lo lloran, pero otros tantos lo consideraban un personaje controvertido.
Un vínculo que se fue deteriorando a medida que pasaba el tiempo y aumentaba la decepción y hasta el malestar que sentían muchos por lo que consideraban un desaire por parte de la principal figura que tenía el país en el escenario internacional.
No olvidemos que el pueblo argentino es famoso por su ego, algo sobre lo que solía mofarse el propio pontífice, con su gran sentido del humor.
Caída en la imagen
Lo cierto es que, si bien ahora predomina el dolor por la partida de Francisco, la relación con su pueblo fue de mayor a menor.
El orgullo inicial que sintieron la mayoría de los argentinos tras el anuncio de que un compatriota suyo sería el primer Papa latinoamericano, con el paso de los años fue dando lugar al desencanto.
Así lo reveló una encuesta del Pew Research Center, que mostró que la imagen favorable del pontífice en su propio país pasó del 91% en 2013 al 64% en 2024, con una fuerte suba de las opiniones negativas, que pasaron del 3% al 30%.
De los seis países latinoamericanos sondeados, la mayor caída en actitudes favorables se registró en Argentina.
Algunos compatriotas de Francisco se sintieron decepcionados por sus políticas, algo que también ocurrió en otras partes del mundo. Los más conservadores lo acusaban de horadar tradiciones históricas que consideraban sagradas, mientras que los reformistas esperaban cambios más profundos.
Pero la desilusión de muchos argentinos con el Papa trascendió cuestiones religiosas o ideológicas.
Incluso no tenía que ver con un tema que había generado polémica cuando asumió: los cuestionamientos sobre su actuación durante el último régimen militar argentino (1976-1983), cuando era superior de la congregación jesuita en ese país.
Un informe del diario Página 12 había asegurado que en 1976 Bergoglio retiró su protección a dos sacerdotes de su orden que realizaban tareas sociales en barrios marginales. Los religiosos fueron secuestrados por los militares que los detuvieron de forma clandestina durante cinco meses, antes de liberarlos.
“Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas”, aseguró sobre la controversia Bergoglio en la biografía “El jesuita”, de 2010.
El debate sobre su rol durante esa oscura época quedó mayormente saldado con la aparición de testimonios de perseguidos políticos a los que ayudó a escapar del país, algunos de los cuales fueron recogidos en el libro “Salvados por Francisco”, de 2019.
El motivo central de la decepción con Francisco parecía pasar por otro lado.
Y es que, a diferencia de las otras famosas figuras internacionales que dio el país, como Maradona, Messi o la reina Máxima de Países Bajos, Bergoglio se fue de Argentina para nunca volver.
Cada vez que era consultado sobre un posible viaje, Francisco daba respuestas vagas.
“Yo querría ir. Es mi pueblo, pero no está decidido. Hay varias cosas que resolver antes”, dijo la última vez que se le preguntó públicamente sobre el tema, en septiembre de 2024, cuando regresaba de su gira a Asia y Oceanía.
Una vacilación que a muchos de sus fieles locales les costaba comprender.
“Cualquier deportista, lo primero que hace después de ganar un premio a nivel mundial, es venir a su país a compartirlo con sus compatriotas. Bergoglio, en 13 años, no fue capaz de venir una sola vez a su país. Está todo dicho”, expresó en X el usuario Alan Brando.
“Nunca quiso venir a su país, es como que Jesús no hubiera ido a predicar a Jerusalén”, opinó, por su parte @AAliciabe.
La ausencia del pontífice se sintió con mayor agudeza en los últimos años, en los que Argentina atravesó una de sus peores crisis económicas, con una inflación que rozó el 300% anual y un fuerte aumento de la pobreza, en especial la infantil.
“(Francisco) le hablaba al pueblo de una manera que todos lo querían y lo entendían, pero siento que se olvidó de nuestro país un poco”, le dijo a la agencia AP Francisca Campos, de 68 años, una de las personas que se acercaron a la catedral de Buenos Aires para rezar por la salud del Papa en febrero.
Atrapado en la “grieta”
Según Vera, el verdadero motivo detrás de la ausencia de Francisco era que quería evitar que se le diera un uso político a su presencia.
“Siempre decía que iba a ir a Argentina cuando sintiese que era un instrumento para colaborar en la unión nacional, para colaborar en superar la grieta, para tratar de que los argentinos se reencuentren”, afirmó.
La “grieta” a la que hacía referencia es la división que existe desde hace décadas en Argentina entre los peronistas y los antiperonistas (o en años más recientes, entre los kirchneristas y antikirchneristas).
En el país existe una creencia generalizada de que Francisco estaba entre los primeros, algo que él mismo negó en el libro “El pastor”, publicado en ocasión de sus 10 años como Papa, en 2023.
“Nunca estuve afiliado al partido peronista, ni siquiera fui militante o simpatizante del peronismo. Afirmar eso es una mentira”, dijo Bergoglio sobre el tema.
No obstante, agregó: “En la hipótesis de tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?”.
La explicación no convenció a los argentinos de centroderecha, entre ellos a los seguidores de los dos últimos presidentes no peronistas que tuvo el país, Mauricio Macri y Javier Milei.
El actual mandatario, antes de asumir, llegó incluso a llamarlo “la representación del maligno en la Tierra”, dicho por el que luego se habría disculpado en privado.
Algunos de sus compatriotas lo bautizaron al pontífice “Francisco K” en redes, por su supuesta cercanía con la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner.
“No le perdono al Papa haberse reunido y sacado fotos con políticos condenados por la Justicia”, le dijo a este medio Hugo, de 72 años, un argentino fervientemente católico y fervorosamente antikirchnerista, en referencia a las dos sentencias por corrupción que pesan sobre Kirchner y otros funcionarios de su entorno a los que también recibió el pontífice.
Según Vera, el Papa se reunió con personas “de todo el arco político y social de Argentina”, incluyendo a Macri y Milei.
Para el activista, hay que tener en cuenta que la doctrina del peronismo hunde sus raíces en la doctrina social de la Iglesia, por ejemplo, en conceptos como la justicia social, que es clave tanto para los peronistas como para los jesuitas, la orden religiosa a la que pertenecía Francisco.
En ese sentido, Vera cree que “hay un sector de la sociedad argentina que por ahí no era tan reacia al Papa como a la propia doctrina social de la Iglesia”.
Uno de sus detractores, el diputado libertario José Luis Espert, acusó a Francisco de ser “un gran cultor del pobrismo que se siente muy cómodo con una Argentina miserable”.
Pero muchos otros, por el contrario, celebraban que el Papa quisiera “una Iglesia pobre para los pobres”, y que predicara con el ejemplo, manteniendo una vida sencilla y sin lujos.
“El papa Francisco ha sido un ejemplo de humildad, compromiso y justicia social, llevando un mensaje de paz en tiempos de confrontación, recordando la importancia de la solidaridad y el respeto (…). El mundo necesita más voces como la suya”, señaló en sus redes sociales el dirigente social Toty Flores.
Un “Papa del mundo”
Flavio Buccino, director de la Comisión de Educación de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, resaltó en su cuenta de X que, de los últimos papas, Francisco fue “el único que no volvió a su tierra de origen”.
“En la política algunos festejan. Otros no tanto. Todos quedarán aliviados: de alguna manera Francisco (era) un ‘problema’ para todos. Dice más de nosotros que de él”, opinó.
En igual sentido, Vera señala que “más que culpar a Francisco (por no venir), los argentinos deberíamos preguntarnos qué estábamos haciendo que no nos merecíamos que viniera el Papa”.
El amigo de Francisco también resalta que, si bien había cierta resistencia a la figura de Bergoglio en los medios y los grandes centros urbanos, en la periferia del país era adorado.
“Yo recorro todo el país y el interior profundo le tenía un amor enorme. La gran mayoría de pobres, trabajadores, asalariados, lo admiraban al Papa y no le reprochaban que no viniera a Argentina. Sí había una nostalgia de que venga a Argentina, que es diferente”, cuenta.
Aunque no hablaron del tema puntualmente, Vera cree que Francisco estaba planeando una visita a su país como broche final de su papado.
“No me lo dijo, pero yo creo que a la Argentina le estaba reservando el último tramo de su magisterio, como si el país fuera la estación terminal de su largo viaje”.
No obstante, asegura que Bergoglio mismo no sufrió el hecho de que nunca más pudo volver a su patria.
“Él era muy feliz siendo Papa, porque sentía que podía ayudar. Colaboró parando muchas guerras, atenuando enfrentamientos, evitando conflictos en muchos lugares del mundo. Estaba cumpliendo la misión de su vida”, dice.
Aunque “mantuvo su conexión con la Argentina todo el tiempo”, afirma que Francisco dejó de sentirse de un solo país.
“Los argentinos creen que era argentino, pero en realidad ya era del mundo”.
En eso coincide con el actual arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva ―nombrado por el Papa en 2023― quien puso el mismo énfasis en hecho de que su antecesor, desde el momento de su elección, ya no pertenecía solo a su tierra, algo que no siempre fue fácil de entender para sus compatriotas:
“A Bergoglio muchas veces los argentinos no lo hemos dejado ser Francisco”.