“Jamás podré olvidar nuestra llegada a Nueva York. Todo nos pilló por sorpresa. Fuimos atropellados, insultados. Sentí un miedo atroz que hoy no puedo olvidar. Mi hermano y yo pensábamos que íbamos de vacaciones pero fue solo el principio de un largo exilio. Más tarde vimos en la televisión las imágenes de La Habana, los disturbios y la noticia de que mi padre había huido”.