La aventura sí tiene precio, uno que las personas más ricas del mundo están más que dispuestas a pagar. La semana pasada, un grupo de cinco hombres descendió a las profundidades del océano a bordo de un sumergible en una expedición para ver los restos del Titanic, que se hundió en 1912 tras chocar con un iceberg. Cada boleto costó cerca de 250.000 dólares.