Cuando Leroy Gordon Cooper se subió a la nave espacial Mercury, en una misión de la NASA, nunca se imaginó que se convertiría en un buscador de tesoros. Era mayo de 1963, y aún faltaban seis años para que Liam Armstrong pusiera un pie en la Luna. Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraban en medio de la Guerra Fría, y ambos países querían demostrar su supremacía en el espacio.