El debate sobre el control de armas en Estados Unidos se activó nuevamente tras los tiroteos masivos de la última semana, y esta vez amenaza con poner a prueba el capital político del presidente Joe Biden, decidido a incluir el tema en una agenda cada vez más ambiciosa de cambios estructurales en el país, pero esta posible reforma no cuenta con el apoyo de todos los estadounidenses.
Las 18 víctimas mortales que dejaron en total los ataques del lunes en un supermercado en Boulder (Colorado) y del pasado 16 de marzo en varios salones de masaje asiáticos en Atlanta (Georgia) han forzado al Gobierno de Biden a centrar sus energías en el control de armas, uno de los debates más convulsos y estériles de la política estadounidense.
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Tras el tiroteo del lunes, Biden pidió al Congreso estadounidense que prohíba las armas de asalto y los cargadores de munición de gran capacidad, además de aprobar dos proyectos de ley que “cerrarían los vacíos legales en el sistema de verificación de antecedentes” de los compradores de armas.
Sin embargo, es prácticamente imposible que esas medidas salgan adelante en el Senado, donde los demócratas tienen una mayoría tan estrecha que necesitarían convencer a al menos diez republicanos para aprobarlas.
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“Estas masacres deben parar”, dijo la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, a CBS News tras el ataque, y reconoció que no será fácil convencer al Congreso de que actúe ahora, poniendo como ejemplo que no lo hizo después del tiroteo masivo en la escuela Sandy Hook en Connecticut en 2012, que dejo 28 muertos y que conmocionó al país.
La inacción ante la violencia armada ha generado una profunda desilusión entre muchos progresistas en Estados Unidos, que ya no esperan ninguna acción de un Congreso donde cientos de legisladores, la mayoría republicanos, han recibido donaciones a sus campañas de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, en inglés).
El senador que se ha embolsado más fondos de ese grupo de presión en el último ciclo electoral, el republicano Ted Cruz, tachó de “teatro ridículo” cualquier intento de impulsar reformas sobre el tema.
Incluso el senador demócrata Joe Manchin ha expresado su oposición a los dos proyectos de ley que citó Biden, lo que reduce más todavía sus opciones de aprobación en el Senado.
La oposición a las reformas también la encontrarían en los propios estadounidenses. A pesar de que hay muchas voces a favor de una nueva legislación que las regule, muchas otras personas consideran que el uso de las armas es algo que está contemplado por la Segunda Enmienda de la Constitución y que no hay espacio para el debate, refiere Voice of America (VOA).
Julio Martínez, veterano de la guerra de Vietnam y ultraconservador, dice que “un arma no es para matar a gente sino para defenderse”.
Según encuestas del Centro de Investigaciones Pew y la Universidad de Harvard, un 40% de los estadounidenses confirma que tiene en su hogar un arma. No existe una cifra oficial, ya que la ley federal prohíbe el registro de ciudadanos.
No obstante, un informe de Small Arms Survey dice que los ciudadanos estadounidenses poseen 393 millones de armas, lo que sitúa al país como el primero de todo el mundo en armas de fuego percápita; y según el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington (EE. UU.), ocupa el segundo lugar después de Brasil en el número total de muertes por armas de fuego.
Nuevo tiroteo provoca 10 muertes en Colorado, Estados Unidos
En tanto, pese a lo quimérico de la misión, Harris insistió en que no planea “rendirse” y que seguirá intentando “apelar a los corazones y mentes y el razonamiento de los miembros del Senado”, porque lo que puede hacer Biden por su cuenta es de menor calado.
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha dicho que Biden no esperará que las reformas fracasen en el Senado para impulsar medidas para un mayor control de armas y que su equipo lleva semanas diseñando posibles acciones unilaterales.
La Casa Blanca está considerando una serie de decretos, incluido uno para evitar que las personas con enfermedades mentales accedan a armas y otro para verificar los antecedentes de quienes compran armas de fuego de fabricación casera que no tienen números de serie, conocidas como “pistolas fantasma”.
Robert Spitzer, un experto en control de armas y política presidencial en la Universidad Estatal de Nueva York, considera que aunque son “medidas de poco calado”, tendrían “beneficios claros”, y dice que cree que aunque el Senado enfrentará “mucha presión” para votar sobre los dos proyectos de ley sobre verificación de antecedentes de compradores de pistolas, esas medidas están prácticamente condenadas al fracaso a no ser que los demócratas acaben con el filibusterismo, una maniobra que permite al partido minoritario —en este caso el republicano— bloquear la votación de proyectos al requerir que primero se reúnan 60 votos. (I)