Cuando Charles Darwin llegó a Galápagos, hace casi 200 años, había poca presencia humana y nulos esfuerzos por conservar el área. Hoy en día, el panorama que encontró un grupo de científicos y ambientalistas es totalmente distinto.
A bordo del Oosterschelde, un restaurado barco de tres velas, el proyecto Darwin200 replica desde agosto el viaje del padre de la biología moderna, quien en 1835 llegó a las islas frente a la costa de Ecuador.
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En la embarcación también viaja una parte del ADN del naturalista inglés: la botánica Sarah Darwin, descendiente directa del fundador de la teoría de la evolución. La científica destaca que lo que hace distintas a las islas ahora es el esfuerzo que se está haciendo por protegerlas.
De aquí que esta iniciativa, en la que llevan más de diez años trabajando, busca formar nuevos líderes conservacionistas. “Creo que probablemente la principal diferencia es que, ya sabes, ahora hay personas trabajando para proteger las islas”, dice la mujer de 60 años.
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Sin embargo, estos expedicionarios no trabajan por su cuenta. El grupo ha colaborado con la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), la Fundación Charles Darwin y Conservación Internacional en programas sobre especies invasoras, tomates endémicos, escarabajos, rayas y tortugas.
“Estas colaboraciones no solo destacan la unión entre científicos, sino que también ofrecen una visión más amplia del impacto del cambio climático en la biodiversidad de la región”, señaló la USFQ en un comunicado.
Una vez que lleguen al archipiélago, la nave partirá el domingo para seguir recorriendo el resto del mundo hasta 2025 con paradas en Tahití, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, entre otros países. (I)