Como uno de los gases de efecto invernadero más significativos es lo que representa el dióxido de carbono o CO₂, aquel, que de acuerdo con el consultor de gestión ambiental Álex Proaño, juega un papel crucial en la captura de calor en la atmósfera y, por ende, en el cambio climático.
“Las emisiones de CO₂ provienen de diversas fuentes, tanto naturales como humanas. Entre las fuentes naturales se encuentran fenómenos como las erupciones volcánicas y la respiración de los seres vivos. Sin embargo, las actividades humanas son responsables de la mayoría de las emisiones de CO₂. Estas actividades se centran principalmente en la extracción, el uso y la quema de combustibles fósiles, como el petróleo, el gas natural y el carbón. Cuando quemamos estos combustibles para generar energía, mover vehículos o calentar nuestros hogares, el carbono presente en ellos se oxida, produciendo dióxido de carbono”, explica Proaño.
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Además, este CO₂ se produce naturalmente a través de la descomposición de materia orgánica, dice Francisco Aguirre, CEO Founder de Sicma Ecuador.
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“La mayor fuente de CO₂ proviene de la megaindustria y la quema de combustibles fósiles a gran escala, lo que contribuye al cambio climático. Las industrias energéticas, de transporte y manufactura son las principales responsables de las emisiones excesivas que sobrepasan la capacidad natural del planeta para absorberlas”, sostiene Aguirre.
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¿Qué lo hace altamente perjudicial?, es la cantidad y ejemplo de emisiones de CO₂ que pueden variar según la ubicación geográfica y el tipo de combustible utilizado.
Por ejemplo, el uso de carbón en una región puede resultar en más emisiones de CO₂ que el uso de gas natural en otra, apunta Proaño. Esto debido a las diferencias en la composición química de los combustibles, altitud geográfica y su eficiencia de combustión.
¿Cuánto genera con mi carro?
Tener movilidad propia es una gran ventaja, pero nos olvidamos en averiguar cuánto estamos contaminando. Y las estimaciones pueden variar del recorrido, tipo de modelo y mantenimiento.
- Automóvil (gasolina): un auto típico emite entre 120 y 150 gramos de CO₂ por kilómetro recorrido. En un año puede generar entre 4 y 6 toneladas de CO₂, dependiendo del uso. Sin embargo, este número puede cambiar dependiendo del modelo del vehículo, su tamaño y su eficiencia de combustible. Y para minimizar el impacto es importante realizar un mantenimiento regular del automóvil como cambios de aceite y ajuste de la presión de los neumáticos. Además, de usar combustibles alternativos como gas natural y biodiésel.
- Camión pequeño: aproximadamente 158 gramos de CO₂ por persona por kilómetro. La eficiencia de los camiones puede variar según la carga que transporten y el tipo de combustible utilizado.
- Motocicleta: las motocicletas generan alrededor de 100 gramos de CO₂ por kilómetro recorrido, un poco menos que un auto, pero depende mucho del tipo de moto. Este es el tipo de movilidad con menor impacto, pero aún así generan emisiones.
- Transporte público (bus): es otra alternativa para transportarse y desarrolla entre 60 y 80 gramos de CO₂ por pasajero-kilómetro. Sin embargo, el impacto es mucho menor por pasajero, ya que transporta a varias personas a la vez.
- Avión: es uno de los medios más contaminantes por pasajero. Un vuelo de 1.000 km genera aproximadamente 250 kg de CO₂ por pasajero. En viajes transatlánticos, el impacto es mayor, con vuelos largos que pueden llegar a emitir entre 2 y 3 toneladas de CO₂ por pasajero.
- Barco de crucero: emite cerca de 245 gramos de CO₂ por persona por kilómetro. Aunque pueden transportar a muchas personas, su tamaño y el tipo de combustible que utilizan los hacen menos eficientes en términos de emisiones.
“En general es evidente que optar por medios de transporte más eficientes y que lleven a más personas como los autobuses, trenes, bicicletas o sistemas de transporte eléctrico (como el metro o tranvías) puede reducir significativamente las emisiones de CO₂ por pasajero”, señala Proaño.
Y por eso Aguirre invita a la reflexión: “El sector del transporte debe buscar soluciones sostenibles como la electrificación, el uso de biocombustibles y la compensación de sus emisiones de carbono. Cada decisión cuenta, y como grandes emisores tenemos la responsabilidad de liderar el cambio hacia una movilidad más limpia y eficiente”.
Las consecuencias ya son evidentes
Aguirre asegura que estas consecuencias son severas y de largo plazo, provocando fenómenos como el aumento de las temperaturas, derretimiento de los casquetes polares, subida del nivel del mar y eventos climáticos extremos.
“Sin duda todos podemos trabajar de manera significativa para reducir nuestro impacto ambiental, pero es indispensable que los grandes emisores de CO₂ (industrias) comprendan su responsabilidad con el medioambiente. Optar por procesos de compensación de carbono, implementar medidas para reducir el consumo de combustibles fósiles y mejorar la eficiencia energética ya no es solo una opción, es una obligación”, señala Aguirre.
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Y justamente Ecuador está enfrentando una crisis debido a la escasez de agua agravada por el cambio climático. Es la peor sequía en siete años, lo que ha generado apagones en todo el país.
Para Proaño hay más efectos como la reducción de la productividad agrícola y pecuaria, generando impactos significativos en la seguridad alimentaria del planeta; y la afectación a especies de flora y fauna.
Las estimaciones del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) resaltan otros aspectos:
- Aumento de la temperatura global aproximado de 0,2 grados centígrados por década en los próximos 20 años.
- Derretimiento de glaciares y aumento del nivel del mar que podrían provocar inundaciones en áreas bajas, especialmente en deltas fluviales y pequeñas islas.
- Problemas en la disponibilidad de agua y una disminución de las precipitaciones.
- Los fenómenos meteorológicos como El Niño se acentúan con efectos más desastrosos.
- Efectos en la salud pública debido a olas de calor y cambios en los patrones de enfermedades que se transmiten por vectores, por ejemplo dengue, malaria, etc. (I)
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