Vista desde el cielo, a lo lejos, Quito no deja de ser una preciosa postal, de casas dibujadas en las faldas de las montañas, de majestuosas iglesias, de modernos centros comerciales y de elegantes edificios inteligentes. Sin embargo, puesto el cable a tierra, a ras del suelo, la capital de los ecuatorianos cierra un año muy particular, como en ningún otro, cargado de indignación y decepciones.