En una casa del sector de Itchimbía, en el centro de Quito, una tradición de más de 40 años ilumina la Navidad con el fervor de miles de detalles y un trabajo que requiere dedicación y paciencia.

Desde octubre, Nancy Andrango, la protagonista de esta obra, empieza a desplegar una a una las más de 2.000 piezas que componen un pesebre monumental, que se extiende por más de siete metros entre la sala y el comedor de su hogar.

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Sobre mesas y cajas se recrean diversas escenas que giran en torno al nacimiento de Jesús, cuidadosamente custodiado por las figuras de María, José y los Reyes Magos. Las figuras, que varían en tamaño, material y estilo, forman un mosaico que atrae a quienes lo observan con detenimiento.

“La decoración la hace sola mi mamá”, relató Jonathan Paredes, hijo de Nancy, quien con 34 años recuerda que este pesebre ha sido, desde siempre, el símbolo que une a su familia en Navidad.

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El montaje no es un proceso rápido ni sencillo: “Ella selecciona dónde poner cada figura. Nosotros solo le ayudamos a mover las cajas, los muebles y las luces”, agregó él.

QUITO.- El pesebre de la familia Paredes se conforma con más de 2.000 piezas y lo elaboran desde hace 40 años, en Quito. Foto: Alfredo Cárdenas.

El pesebre de la familia Paredes no es estático. Cada año, Nancy añade piezas nuevas, algunas adquiridas durante viajes o en pequeños comercios a lo largo del año. “A veces compra algo en febrero o marzo y lo guarda. Luego, cuando monta el pesebre, no se acuerda de lo que compró y lo pone el siguiente año”, comentó Jonathan con una sonrisa.

Entre las figuras se pueden encontrar piezas típicas de la cultura ecuatoriana: la Mama Negra, heladeros, el Panecillo y poncheros que evocan tradiciones populares del país.

Este toque local convierte al pesebre en un homenaje no solo al nacimiento, sino también a las costumbres y personajes que conforman la identidad ecuatoriana.

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La Navidad no solo se vive en el pesebre de esta casa. “Todo en el hogar cambia de estilo”, afirmó Jonathan.

Las cortinas, los manteles, las sillas y hasta los forros de los cojines adoptan tonos navideños. Incluso Jacob, el perro de la familia, y Luna, la gata, tienen sus propios adornos expuestos como parte de la decoración.

En el centro de la sala, una caja de vidrio guarda un detalle especial: un muñeco de nieve que hace volar pequeñas bolas de espuma, emulando una noche nevada, como las de los países del hemisferio norte.

A esto se suma el brillo de las luces navideñas, una labor que demanda la habilidad y paciencia de Marco Paredes, esposo de Nancy, encargado de las conexiones eléctricas.

Aunque el pesebre está repleto de luces, no se ven cables sueltos: todos convergen en una torre de interruptores cuidadosamente oculta.

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Nancy y Marco iniciaron esta tradición hace más de 40 años, desde que formaron su hogar. Lo que comenzó como un pequeño pesebre en un rincón de la casa creció con el tiempo, convirtiéndose en un espectáculo que atrapa la mirada de sus amigos y familiares.

“Al inicio, el pesebre era tan pequeño que cabía en un cuartito. Año a año fue creciendo, hasta ocupar el espacio que tiene ahora”, recordó Jonathan.

La labor de montar el pesebre no es sencilla. Durante cerca de un mes, Nancy dedica horas diarias a colocar cada figura en el lugar preciso. “Es un proceso largo, pero ella lo disfruta. Para mi mamá, la Navidad es una fecha especial por nuestra fe y porque siempre nos ha unido como familia”, afirmó su hijo.

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El montaje de pesebres es una tradición que se repite en hogares de todo el mundo durante el mes de diciembre. Para los fieles de la Iglesia católica, la Navidad se inicia con la novena, que culmina el 24 de diciembre con la celebración de la Nochebuena, seguida de la conmemoración del nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre.

Más allá de su carácter religioso, los pesebres representan un momento de encuentro y alegría familiar.

QUITO.- El pesebre de la familia Paredes se conforma con más de 2.000 piezas y lo elaboran desde hace 40 años, en Quito. Foto: Alfredo Cárdenas.

En la casa de la familia Paredes Andrango, esta tradición ha logrado trascender generaciones. “Desde que tengo memoria, la Navidad siempre ha sido importante para nosotros. Nos recuerda lo que significa la familia y la fe”, expresó Jonathan.

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Este pesebre es un reflejo del amor, la dedicación y la pasión de Nancy Andrango por mantener viva una tradición que une a su familia y a quienes tienen la fortuna de presenciar su obra.

Al entrar a esta casa, no solo se observan figuras de pastores, ángeles y escenas cotidianas; se percibe la esencia misma de la Navidad: un tiempo de amor, fe y unión que ilumina cada rincón de este hogar quiteño. (I)