En el bullicioso norte de Quito, donde el olor a delicias del mar se mezcla con el ritmo acelerado de la ciudad, se encuentra un pequeño tesoro culinario que ha cautivado los paladares de los capitalinos: Cevichería el Gallero Manaba, en las calles Roca y Tamayo, en el sector de la Mariscal.

Este modesto emprendimiento, que comenzó en un humilde quiosco, se ha convertido en un fenómeno gastronómico local que atrae a filas de comensales ansiosos por probar sus deliciosos ceviches.

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Stalyn Chele, originario de Jipijapa, Manabí, es el alma y corazón detrás de este negocio que ha florecido gracias a su pasión por la cocina y su amor por las tradiciones de su tierra natal. A sus 48 años, Chele ha logrado cristalizar un sueño que empezó hace apenas dos años, pero cuyas raíces se remontan a su infancia en la Costa ecuatoriana.

“Desde pequeño anduve con gallos en Manabí”, cuenta Stalyn con una sonrisa nostálgica. Esta afición por los gallos de pelea no solo le dio el apodo de Gallero Manaba, sino que también inspiró el nombre de su negocio.

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La historia de Stalyn en Quito comenzó hace un cuarto de siglo, cuando con apenas 23 años decidió dejar atrás la tranquilidad de Jipijapa en busca de nuevas oportunidades. “El pueblo es tranquilo, pero lo que pasa es que no hay trabajo”, recuerda. Fue así como, siguiendo los pasos de sus hermanos y motivado por un primo, se aventuró en la capital ecuatoriana.

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Su primer empleo fue como chofer, una experiencia que describe con humor: “Cuando llegué, ciudad inmensa se veía aquí. Cuando allá en mi pueblo éramos cuatro personas. A patadas andaba uno”, dice.

A lo largo de los años, Stalyn trabajó en diversos oficios, desde bodeguero hasta su último empleo en la empresa de ferrocarriles, del cual fue despedido debido a la pandemia de COVID-19.

Aunque el hombre llevaba años preparando ceviches para su familia, nunca imaginó que este talento se convertiría en su sustento. “Yo hacía ceviches, pero solamente para la casa, así, para comer en la casa”, comenta.

Fue la insistencia de sus hermanos lo que lo animó a considerar la posibilidad de vender sus preparaciones al público.

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“Mis hermanos decían que sí estaba bueno el ceviche, que por qué no me ponía un local así para vender”, recuerda Stalyn. Sin embargo, el camino no fue fácil. Comenzó con un pequeño puesto en el sur de la capital, después en un quiosco, en una zona comercial del norte de Quito, donde los alquileres son elevados.

Sin embargo, varias universidades, colegios y oficinas rodean a este local, por lo que la clientela fue variada.

Hoy, la Cevichería el Gallero Manaba ocupa un pequeño local con cuatro mesas de madera. Aunque el espacio es reducido, la atención amable y el sabor incomparable de sus platos han convertido a este lugar en un punto de encuentro para los amantes de la cocina costeña en Quito.

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El menú de la cevichería es sencillo. Stalyn ofrece tres variedades de ceviche: el tradicional de pinchagua a $ 2,25, el mixto de camarón y pinchagua a $ 2,75 y el mixto propio, que incluye concha, camarón y pinchagua, a $ 3,25. Los precios son económicos “y siempre con el cariño del manaba”, añade entre risas, destacando ese toque especial que solo un manabita puede dar.

QUITO.- Platos que se sirven en la Cevichería el Gallero Manaba, en el sector de la Mariscal, en el norte de la capital. Foto: Alfredo Cárdenas.

La demanda es tal que Stalyn y su equipo preparan entre 100 y 200 ceviches diarios, dependiendo de la temporada. “Ahorita como no hay clases, no hay estudiantes, entonces, serían unos 100 ceviches, así, pero cuando hay clases aumentamos el doble”.

La Cevichería el Gallero Manaba no solo ha beneficiado a Stalyn, sino también a su familia. Su esposa y hermanas trabajan junto con él tanto en el local como en la preparación de los ingredientes en casa.

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Este aspecto familiar del negocio es motivo de orgullo para Stalyn, quien ve en su emprendimiento una forma de proporcionar empleo y estabilidad a sus seres queridos. “Mi hermana no tenía trabajo, ellas también estaban en la casa nomás. Y ahí ya les dije para trabajar y ahí estamos”, comenta.

A pesar de los desafíos, incluida la reciente pandemia que lo dejó sin empleo, Stalyn mira al futuro con optimismo. Sus planes incluyen expandir el negocio, posiblemente abriendo una sucursal más al norte de la ciudad y buscando un local más amplio para el establecimiento actual.

Para el manabita, el éxito de su cevichería es un sueño hecho realidad que no solo le ha permitido sobrevivir en tiempos difíciles, sino también proveer para su familia, incluyendo sus tres hijos a quienes les puede dar el estudio gracias a su trabajo.

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Aunque Stalyn ha echado raíces en Quito, su corazón sigue latiendo al ritmo de Manabí. Visita a su familia en Jipijapa durante los feriados, equilibrando su nueva vida en la capital con sus raíces costeñas.

Mientras prepara los ceviches, la nostalgia por su tierra natal es evidente, y Stalyn no descarta la posibilidad de regresar algún día, pues en Jipijapa se encuentran sus padres y más hermanos.

La historia de Stalyn Chele y el local del Gallero Manaba es un testimonio de perseverancia, adaptabilidad y pasión. Desde sus humildes inicios en un quiosco hasta convertirse en un punto de referencia gastronómico en el norte de Quito.

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Más allá de los sabores de la Cevichería el Gallero Manaba representa la fusión de dos mundos: la tradición culinaria de la costa manabita y el dinamismo de la vida urbana quiteña. Este se ha convertido en un espacio donde los comensales no solo disfrutan de un buen ceviche, sino que también se conectan con la calidez y la hospitalidad característica de la gente de Manabí.

Después de un “gracias, mi veci”, se escucha el “ya sabes, mi ñaño, vuelve pronto”.

Este lugar se ha convertido en más que un simple negocio; es un pedacito de Manabí en el corazón de Quito, un lugar donde el sabor del mar se mezcla con el calor humano y donde cada plato cuenta la historia de un hombre que se atrevió a soñar y a hacer realidad su pasión. (I)