MIRA
En Mira, cantón ubicado en el límite interprovincial entre Carchi e Imbabura, las fiestas de fin y comienzo de año se extienden hasta el 6 de enero, manteniendo una tradición que tiene más de un siglo y es conocida como Los Remedos.
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Para Bayardo Ulloa, cronista de esta ciudad, esta fiesta es un complemento de los festejos de “inocentes” que año tras año se repite, con una movilización cultural que se desarrolla durante todos los días entre el 26 de diciembre y el 6 de enero.
Ulloa, arquitecto de profesión y exdocente universitario, sostiene que Los Remedos son cosa seria, a pesar de que hacen reír hasta más no poder. Es la réplica dramatizada de un acontecimiento público o privado, corregido y aumentado, muy bien sazonado con la picardía y el ingenio de la gente de este pueblo, que de forma irreverente presenta a los personajes remedados desde el lado cómico y caricaturesco.
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Todas las tardes, en esta época, los disfrazados se toman las calles principales bailando hasta llegar al parque central, ridiculizando durante el trayecto a los personajes que representan.
Interactúan con la gente y se movilizan siguiendo los acordes de temas musicales del pentagrama nacional, que son interpretados por bandas de pueblo.
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Previamente, una banda anuncia musicalmente que se realizarán Los Remedos, mientras que desde alguna esquina un disfrazado dando golpes a un bombo llama a los músicos. En tanto que los denominados “apuntadores”, ataviados con disfraces vistosos, registran todo el acontecimiento, con grabadora y libreta en mano, obteniendo el material suficiente para que la presentación sea impecable y sin equivocaciones.
Las delegaciones están integradas únicamente por hombres. Algunos hacen el papel de mujeres; sin embargo, la pinta, gracia y elegancia de las aparentes damas no concuerdan con las piernas velludas y musculosas, algo que causa risa en el público durante el recorrido.
En Mira nadie se salva de ser remedado: el hombre común o alguien que sobresalió por ser protagonista de algún acontecimiento es representado, dice Marco Padilla. Presidentes, políticos, autoridades o recaderos son parte de la inspiración de los creativos de los distintos motivos.
Mujeres, personas de la tercera edad, niños, blancos, negros, cholos, indios, gringos, pobres o ricos han sido retratados por el ingenio popular y puestos a actuar desde el lado gracioso, sin aspavientos, amaneramientos o estereotipos que mengüen su presencia.
Los personajes son rescatados del entorno local o mundo chabacano con dramatizaciones que expresan sus pesares. Muchos de los representados reciben de buena gana el haber sido considerados en los corsos; otros, en cambio, revientan en ira, evidenciando cierto malestar.
No obstante, los agraviados esperan la oportunidad para el desquite y se aseguran de reconocer a quien los remedó, identificando las facciones, ropa, ademanes y expresiones corporales, y avistándolos de frente y de espaldas hasta reconocerlos, y al otro día o el próximo año remedarlos también.
Una dinámica divertida, en la que muchas anécdotas se cuentan; por ejemplo, del padre que no pudo reconocer a su hijo remedador, o aquella en la que el hijo cree imposible que su padre esté remedando; no falta la novia que se asusta al escuchar que el disfrazado sabe sus secretos.
Es allí donde la gracia, la picardía y el infaltable genio mireño (ocurrencias) ponen ese ingrediente que provoca carcajadas. No obstante, en ocasiones personas no calificadas, sin un mínimo de cordura y olvidando el arte de la actuación, han trastocado los principios de Los Remedos utilizando el insulto, la grosería y la chabacanería, poniendo en riesgo esta tradición.
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A veces, una copa de licor que aparentemente tranquiliza los nervios también les juega un mal momento, haciéndolos perder la compostura, forzándolos a realizar actuaciones obscenas, que hacen perder el origen de esta costumbre.
Cecilia Ramírez, escritora mireña, sostiene que son representaciones artísticas que repiten exactamente los acontecimientos más importantes que han sucedido durante el año, sean estos de carácter político, social, cultural o deportivo, poniendo de manifiesto la gracia, picardía, buen humor y ridiculizando en ocasiones hechos que no han llenado las expectativas de los pobladores.
Cecilia considera que utilizan Los Remedos como una forma de protesta. Recuerda que los jóvenes que integraban el club Seis de Enero planificaban debidamente la actividad, durante todo el año, pendientes de lo que ocurría.
Luego conseguían las caretas apropiadas para la representación de los personajes o, en su defecto, las elaboraban ellos mismos, haciendo los moldes en barro y luego dándoles forma con papel periódico y engrudo; después las pintaban con técnicas y arte exquisitos.
Una de las particularidades es que buscaban en diferentes casas la vestimenta apropiada para el acontecimiento o pedían prestado a las mismas personas a quienes les remedaban el vestuario. El encargado de hacer los libretos no descuidaba ningún detalle, para que las representaciones lograran forma y fondo, y el pueblo observador pudiera asimilar muy bien el mensaje.
En las tardes, dos disfrazados recorren las calles de Mira convocando al pueblo, con el sonido de un bombo, para que asista al parque donde se efectuará la función. Una vez allí, los remedadores, admirados por los asistentes, representan su papel de la mejor manera. Al final, invitan para el siguiente día a otro acto de los que ya están planificados, agrega Ramírez.
Uno de los principales remedadores fue Rodolfo Rigoberto Lara Canelos (+), quien nació en Mira el 7 de noviembre de 1928. Una de sus características era su ingenio y buen sentido del humor. Le gustaba la pintura y el dibujo. (I)