Enclavado en el corazón de un barrio del sur de Quito, un resquicio del pasado se niega de desaparecer: la lavandería municipal La Magdalena, declarada recientemente patrimonio cultural de Ecuador, donde un grupo de mujeres, algunas ya ancianas, mantienen el oficio de lavar a mano ropa ajena, esquivando la pobreza y desafiando a la modernidad.