Sus ojos pardos y profundos —protegidos por sus tupidas cejas— brillan y tiemblan cuando habla de música, de poetas, de escritores y sus incontables luchas que, muchas veces, lo arrastraron a un rincón sucio y frío de una cárcel. Las señales de su rostro revelan sus 69 años. Con su voz grave, a veces, áspera —recurriendo a las celdas íntimas de su memoria y con amable generosidad— cuenta su historia.