El florecimiento de los arupos pinta de color a Quito, un espectáculo natural que une belleza y biodiversidad

Cada año, entre los meses de julio y octubre, los arupos ( Chionanthus pubescens) repletan las plazas, parques y calles de Quito con sus vibrantes flores rosadas, lilas o blancas.Este fenómeno natural transforma el paisaje urbano, atrayendo tanto a residentes como a turistas que buscan capturar la belleza efímera de estos árboles andinos. Además de su valor estético, el arupo juega un papel crucial en el ecosistema de la ciudad y ha sido declarado en varias ocasiones árbol patrimonial.El arupo es una especie nativa de los Andes, conocida por su adaptabilidad y resistencia a las condiciones climáticas de la Sierra. Su nombre proviene del griego, Chionanthus significa “flores de nieve” y pubescens alude a su característica textura suave y peluda.Esta especie habría sido descubierta científicamente en 1802 por el explorador Alexander von Humboldt y sus colegas Aimé Bonpland y José Montúfar en los bosques secos de Loja, desde entonces el arupo ha sido parte del paisaje ecuatoriano durante siglosCecilia Puertas, docente investigadora de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), explicó que el arupo florece durante el verano, lo que lo convierte en una especie ideal para el ornato urbano.“Estos árboles no solo embellecen la ciudad, sino que también contribuyen al equilibrio ecológico al atraer polinizadores como abejas y colibríes”, comentó Puertas.El florecimiento de los arupos se ha convertido en un símbolo de identidad para la capital ecuatoriana. En cada temporada, los residentes y visitantes se deleitan con el contraste de las coloridas flores contra el cielo despejado del verano quiteño.Sebastián Pillajo, jefe de la Unidad de Patrimonio Natural de la Secretaría de Ambiente de Quito, señaló que los arupos han llegado a formar parte de la cultura y la historia de la ciudad: “Es una especie que ya es parte de la identidad de las plazas, casas y espacios públicos. Su belleza en el florecimiento se ha vuelto una característica que embellece el entorno y genera un sentido de comunidad”.En Quito, algunos arupos han sido declarados árboles patrimoniales debido a su importancia cultural, tamaño y longevidad.Según Pillajo, en la ciudad han sido declarado patrimoniales cinco arupos hasta el momento. Estos árboles gozan de una protección especial bajo la Ordenanza 041 de Protección del Arbolado Urbano, que establece sanciones de hasta 50 salarios básicos para quienes dañen o talen un árbol patrimonial.Aunque su espectacular floración es lo que más llama la atención, los arupos cumplen una función ecológica vital en la ciudad. Al florecer, estos árboles se convierten en un punto de atracción para una variedad de polinizadores que ayudan a mantener el equilibrio de los ecosistemas urbanos.Las abejas, colibríes y otros insectos visitan los arupos en busca de néctar, contribuyendo no solo a la reproducción de esta especie, sino también al bienestar de muchas otras plantas y animales en el entorno.Verónica Arias, ambientalista y defensora de la flora nativa, destacó la importancia de los arupos en el contexto de la biodiversidad de Quito: “Los arupos no solo embellecen la ciudad, sino que también contribuyen al mantenimiento de la calidad del aire al capturar dióxido de carbono. Además, son refugio para aves y otros animales pequeños, lo que los convierte en una pieza clave del ecosistema urbano”, agregó.A lo largo de los años, el arupo no solo ha sido valorado por su belleza, sino también por su madera resistente. Tradicionalmente, esta madera ha sido utilizada para la fabricación de guitarras, charangos e incluso para sostener las campanas de las iglesias en el centro histórico de Quito.Sin embargo, debido a la alta demanda, la especie estuvo en peligro de extinción en algún momento.Hoy en día, las autoridades locales han implementado programas de reforestación para asegurar que esta especie siga floreciendo en la ciudad. “Los arupos se pueden encontrar en los viveros del Municipio de Quito, pero hay que tener paciencia, ya que pueden tardar entre ocho y diez años en florecer”, argumentó Arias.Durante la temporada de floración, parques y avenidas se convierten en destinos populares para fotógrafos y turistas que buscan capturar la belleza de los árboles en todo su esplendor.Esta afluencia de visitantes no solo promueve una mayor apreciación del entorno natural de Quito, sino que también impulsa el turismo urbano y beneficia a los negocios locales, como cafeterías y restaurantes cercanos a las zonas más populares.A pesar de su importancia, los arupos enfrentan varios desafíos en la actualidad. Las condiciones ambientales, la contaminación y el crecimiento urbano acelerado han afectado su capacidad de florecer en algunos espacios.Según Verónica Arias, “la calidad del aire y del suelo es clave para que los arupos crezcan sanos y florezcan adecuadamente. Desafortunadamente, en algunos parterres urbanos ya no se da esta especie debido a la contaminación, lo que limita su presencia en ciertos espacios”.Para asegurar el futuro de esta especie de coloridos árboles, se promueven campañas de concienciación y proyectos de reforestación urbana. Estas iniciativas buscan no solo preservar los arupos existentes, sino también plantar nuevos ejemplares en parques y espacios públicos.“El florecimiento de los arupos es un recordatorio de la importancia de la naturaleza en nuestras ciudades. Debemos continuar con los esfuerzos para conservar esta especie y asegurar que las futuras generaciones puedan disfrutar de este espectáculo natural”, concluyó Cecilia Puertas.A medida que la ciudad sigue creciendo, autoridades reconocen que es fundamental que se mantengan los esfuerzos para conservar estos árboles, garantizando que sigan pintando de color a Quito durante muchos años más. (I)

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