El Carnaval, una de las festividades más esperadas y coloridas del año, tiene raíces profundas que se extienden por milenios y atraviesan diversas culturas y continentes. Aunque actualmente se celebra con agua, espuma, música y bailes, su origen está vinculado a tradiciones religiosas que marcan el calendario católico.

La palabra Carnaval proviene del término en latín carnem levare, que se traduce como “quitar la carne”. Esto hace referencia a los días previos a la Cuaresma, un periodo de reflexión y ayuno dentro del cristianismo, en el que se prohíbe el consumo de carne. Por ello, el Carnaval se convirtió en la última gran celebración antes de entrar en esa etapa recogimiento espiritual.

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Sin embargo, el trasfondo histórico de esta festividad es aún más antiguo. Investigaciones señalan que las primeras celebraciones similares al Carnaval surgieron hace más de 5.000 años en las civilizaciones de Sumeria y Egipto, donde existían rituales dedicados al cambio de estaciones y a la fertilidad de la tierra.

Posteriormente, estas costumbres fueron adoptadas por el imperio romano, que las adaptó a sus propias festividades, como las Saturnales, caracterizadas por el desenfreno y la alegría colectiva.

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En la antigua Grecia también había celebraciones similares, como las Bacanales y las Dionisias. Durante estas festividades se realizaban procesiones y representaciones teatrales que agrupaban a toda la población.

Con el paso de los siglos, la tradición se extendió por Europa y, gracias a los viajes de los exploradores españoles y portugueses en el siglo XV, llegó al continente americano. En cada región, el Carnaval adoptó características propias, mezclándose con las culturas locales y transformándose en un reflejo de la identidad de cada pueblo.

En Ecuador, el Carnaval es una fiesta diversa, que cambia según el territorio. En la región Andina, por ejemplo, destacan los festejos en Guaranda, donde las comparsas, la música tradicional y el juego con harina son protagonistas.

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Por otro lado, en Ambato se celebra la Fiesta de la Fruta y de las Flores, un desfile cultural donde predominan los carros alegóricos decorados con productos agrícolas y flores locales.

En la Costa, las celebraciones suman elementos como la espuma, pintura (anilina), globos con agua y, especialmente en Esmeraldas, festivales que resaltan las raíces afroecuatorianas con música, danza y presentaciones artísticas.

Carnaval en Ecuador. Foto: API

El Carnaval en ecuatoriano no es solo una fiesta popular; también es un reflejo de las transformaciones sociales a lo largo de la historia. Antiguamente, en Guayaquil era común ver a personas lanzarse agua desde los balcones, mientras que en la Sierra los juegos incluían harina y huevos rellenos de perfume o agua coloreada.

Con el paso del tiempo, estas costumbres evolucionaron, especialmente a mediados del siglo XX, cuando las autoridades impulsaron desfiles más organizados, con carros alegóricos y lanzamiento de flores en lugar de agua.

Esta reinvención no eliminó por completo las antiguas prácticas, pero sí agregó un toque más cultural y turístico en las celebraciones.

Más allá de la diversión y el desenfreno, el Carnaval conserva su esencia como un espacio donde se juntan historia, religiosidad y cultura popular.

Así, cada año, los ecuatorianos reviven esta tradición con un espíritu festivo que recuerda no solo el origen ancestral de la fiesta, sino también su papel como símbolo de identidad y memoria colectiva. (I)