Eran las 21:30 y las puertas de la iglesia en la parroquia de Calderón, en el norte de Quito, estaban cerradas. En la parte de atrás, en su convento, el vicario Stalin Freire fue sorprendido por cuatro delincuentes que ingresaron forzando las cerraduras de las puertas.

Después de golpear al padre y atarlo de manos le preguntaron sobre el sitio en donde guardan dinero. Después de lograr su cometido, la noche del miércoles 27 de julio, abandonaron el centro religioso, dejando las puertas rotas y las cerraduras dañadas.

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Todo estaba, al parecer, planificado. Un día antes, los cuatro perros que habitaban en este convento murieron envenenados.

“Ellos hacían bulla, por eso ha sido que les envenenaron”, relató el padre Marlon Palacios, párroco de la comunidad desde hace cinco años.

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Palacios señaló que, al escuchar la bulla, su sobrino de 7 años que vive en el convento salió de la habitación contigua y pidió a los asaltantes que dejaran de golpear al vicario.

Ante ello, los delincuentes aprovecharon la vulnerabilidad del niño y le pidieron que indicara el lugar donde guardan la contribución de los feligreses. Se llevaron tres computadoras, dos teléfonos celulares y dinero en efectivo de las limosnas.

“Había bastantes monedas, aproximadamente se llevaron $ 4.500 que era para pagar los sueldos. Aquí trabajan cinco personas, más los sacerdotes que también tienen un sueldito para la vida diaria y hay que pagar las demás cuentas”, señaló.

QUITO.- Todas las cerraduras de las puertas del convento e iglesia de Calderón fueron destruidas por los delincuentes, se llevaron aproximadamente $ 4.500. Foto: Cortesía Iglesia de Calderón

El párroco comentó que en el tiempo que tiene en esta parroquia rural nunca había ocurrido algo por el estilo, lo máximo que pasaba era que se robaran carteras entre el tumulto de las personas que acudían a las misas. Pero que nunca habían ingresado al convento.

El padre Stalin se encontraba en la Fiscalía ingresando la denuncia respectiva. El párroco informó que el padre tiene lastimada la frente, pero que se encuentra estable, recuperándose de los golpes y del susto.

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Finalmente, en la iglesia comentaron que la violencia en esta zona es un pan de cada día. De hecho, las cámaras de seguridad han servido para anteriores investigaciones de actos delictivos.

“Nos hacen un mal, esto es para pagar los servicios, luz, agua y a los trabajadores. Solo espero que se arrepientan de todo lo que hicieron y que cambien sus vidas”, enfatizó el padre Palacios, quien dijo estar asombrado de que ni la iglesia se encuentre libre de delincuencia. (I)