Un colibrí posa su largo pico en una flor amarilla para extraer su néctar. Aletea tan rápidamente que sus movimientos son imperceptibles a simple vista. La imagen dura unos segundos y luego vuela hacia una zona boscosa, absolutamente verde, en el noroccidente de la provincia de Pichincha, a 45 minutos de Quito.
Es la Reserva de Biósfera del Chocó Andino de Pichincha, que en 2018 fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) como una zona de conservación y desarrollo sostenible.
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Cinco años después forma parte de una consulta popular sobre la explotación de minería metálica. Consta de cuatro preguntas acerca de si la ciudadanía está o no de acuerdo con prohibir la minería metálica a gran escala, mediana escala, pequeña escala y artesanal en el Chocó Andino de Quito. Esto, en seis parroquias del noroccidente: Nono, Nanegal, Nanegalito, Pacto, Gualea y Calacalí.
La zona del Chocó Andino, según el Gobierno, tiene una extensión de 286.000 hectáreas, que representan el 30,31 % del territorio de Pichincha. Posee una concentración de flora y fauna que incluye especies emblemáticas, como el oso de anteojos, el zamarrito pechinegro, el gallo de la peña, olingos, tigrillos e infinidad de insectos, anfibios y reptiles.
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Los servicios ecosistémicos que estos bosques brindan a ciudades como Quito, Los Bancos y Pedro Vicente Maldonado garantizan el hábitat y la vida, pues son la fuente de agua potable, para riego productivo y generación de energía eléctrica. Cada hectárea de bosque es capaz de absorber hasta 250 toneladas de carbono, renovando el aire que se respira, sostiene el Ministerio del Ambiente.
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Teolinda Calle, quien vive en la parroquia de Calacalí y es procuradora de la consulta popular del Chocó Andino, explicó que utilizarán redes sociales y visitas a diferentes sectores para dar a conocer qué es el Chocó Andino.
Calle agregó que es un área boscosa, de donde se genera agua para ellos así como para el noroccidente de Pichincha y otras zonas, como La Pisulí y La Roldós, en Quito, que provee alimentos como limones, naranja, yuca, lácteos y panela orgánica.
Además que provee la humedad y lluvia a la capital para que no sea completamente seca.
“¿Cómo sacas el material minero? (...) Obviamente tienes que hacer carreteras, pasar muchas volquetas, gente entrando, gente saliendo, material pesado (...). Las actividades sostenibles ¿en qué se fundan? En que mantengas la naturaleza como está, natural”, dijo.
Aseguró que hay 66 osos de anteojos en conservación por la presencia de los bosques.
En las faldas de la Loma de los Osos, en la parroquia de Nanegalito, se escucha el sonido de una tangara, un ave multicolor.
Para Inty Arcos, coordinador de la mancomunidad del Chocó Andino, una de las actividades que se pondrían en riesgo es el aviturismo, entre otras, pues también en la zona hay turismo de aventura, científico o de fin de semana. Sostuvo que hay más de 600 especies de aves que son altamente sensibles al sonido, a la apertura de vía o a la construcción de un campamento.
“Imagínense que viene un grupo de avituristas acá y quiere ver un gallo de la peña, ¿cómo vamos a hacer si están pasando volquetas, se están moviendo tractores?”, se preguntó Arcos.
Bosques, diferentes tipos de climas, diversidad de animales, casi 2.000 especies de plantas, ríos, cultivos de frutas, así como de café y cacao, y sitios arqueológicos también alberga esa reserva.
María Eulalia Silva, presidenta ejecutiva de la Cámara de Minería del Ecuador, afirmó que sí les importa el ambiente, las comunidades y promover un desarrollo sostenible.
“Prohibir la minería formal, lejos de realmente atacar las amenazas ambientales que hoy por hoy vive el Chocó Andino, como son la minería ilegal, la tala ilegal, el tráfico de especies (...), lo único que haría es exacerbar las actividades ilegales”, argumentó Silva, por lo que votarán No.
Según ese gremio, en la zona hay doce concesiones mineras, de las cuales una es de minería industrial, que está en etapa de prospección, lo que significa —explicó— recolectar rocas y llevarlas a un laboratorio.
A decir de Calle, hay seis concesiones a la espera de ser aprobadas.
En la parroquia de Pacto hay fincas donde se cultivan plátanos, naranjas, mandarinas y caña; esta última sirve para elaborar panela, que llega a mercados internacionales.
En medio del cacareo de un gallo, Fany Durán, una de las personas de la zona, dedicada a ese trabajo, señaló que hay agricultores que tienen más de 60 años en la producción de panela, mientras que los proyectos mineros podrían terminarse en tres o cuatro años y luego no habría trabajo.
“Los efectos de esta consulta no serán retroactivos, es decir, estas concesiones a las que el Estado ecuatoriano ya otorgó el título minero podrán —independientemente de lo establecido en la voluntad popular de la consulta del 20 de agosto— ejecutar todas las fases de la minería que les posibilite el título minero”, sostuvo Silva.
Si ganan o pierden en la consulta popular, Arcos expresó que juicios que han sido interpuestos a empresas por destrucción de patrimonio arqueológico y natural se mantendrán para erradicar esa actividad. (I)