Sentimientos encontrados, entre la tristeza y el ánimo por seguir adelante, es lo que tienen algunos estudiantes ecuatorianos que retornaron de Ucrania tras la guerra que inició Rusia hace un año.
Daniela Cuesta, de 22 años, llegó al país en el segundo vuelo humanitario que implementó el Gobierno.
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Se siente triste porque se cumple un año y la guerra no acaba.
Está en la universidad UTE siguiendo la carrera de Medicina, que era lo que estudiaba en Zaporiyia.
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La Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) y esa universidad los apoyaron como pudieron, señaló, pues les dejaron homologar, a pesar de la falta de documentos. Homologó materias de primero, segundo y tercer semestre.
Actualmente estudia dos materias de primer semestre, de segundo cuatro materias, y cuando pase a tercer semestre tomará algunas de ese nivel y de cuarto semestre.
Ella debería estar cursando el séptimo semestre, porque cuando empezó la guerra estaba en sexto y vía online terminó ese semestre. Recordó que madrugaba a las 03:00 para conectarse a clases.
Muchos compatriotas vivieron momentos muy tristes y complicados cuando salían de Ucrania: en algunos casos había personas que les pedían que las llevaran lo cual era imposible, hubo desesperación porque las fronteras estaban cerradas.
Otros retornaron con sus mascotas, durmieron en búnkeres, viajaron en tren en medio de empujones o gritos, o hicieron varias escalas, caminando o en vehículos, para huir.
“Relativamente estoy bien, sigo con mis estudios, pero allá ya estaba muy avanzada en mi carrera y acá retrocedí mucho. Aún me asusta escuchar alguna alarma o estar en una multitud...”, indicó.
Refiere que cuando ve rieles recuerda claramente cuando dejó la ciudad en la que vivía, pues salió en tren. “Poco a poco lo sigo superando”, agregó Cuesta.
Diego Moncayo fue uno de los últimos connacionales que dejaron Ucrania. Logró ser evacuado de una de las zonas conflictivas en esa nación donde permaneció tres semanas. Salió en un corredor humanitario.
Divide su tiempo entre clases de inglés y de ucraniano y sus estudios de Lingüística en la Universidad Católica, carrera que seguía en Kiev y cursaba el tercer semestre.
En ese centro de educación superior en Quito retomó sus estudios desde el primer semestre. Está en la búsqueda de un empleo.
No se acogió al plan que había elaborado la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt).
“Los primeros meses fueron difíciles no solo por los recuerdos de lo que se vivió, sino el acostumbrarse a un nuevo entorno”, dijo Moncayo, quien vivió en Ucrania dos años tres meses.
Agregó que está mejor adaptado y menos deprimido lo que ha combatido aislándose.
No se ve, al menos en el corto plazo, regresar a esa nación; “estoy ya haciendo mi vida aquí”, agregó.
Saskia Villarreal, de 22 años, prefirió seguir de manera virtual la carrera de Medicina, pues rechazó el cupo para ir a estudiar a Chimborazo porque, adujo, le iban a bajar de semestres. Está en noveno de doce semestres.
Estudia entre 03:00 y 07:00. Al inicio fue fácil acostumbrarse, mencionó, pero tras las vacaciones de diciembre se le complicó el horario. Su anhelo es volver a ese país o quizá a otro de Europa.
Si bien las clases son teóricas ha realizado prácticas en algunas clínicas privadas de Tulcán, ciudad en la cual vive.
Los familiares de los alumnos también han vivido momentos duros.
Daysi Gómez se juntó con una amiga, cuyos hijos también estuvieron en Ucrania, y recordaron el inicio del conflicto militar.
“Nos movió todo lo que nosotros habíamos hecho, ya como que nuestros hijos estaban encaminados”, indicó. Gómez consideró que fue un cambio para bien.
Su hijo Brandon Velasco está en Hungría desde agosto del 2022, país en el que estudia para ser piloto. Está en segundo semestre, pues se ganó una beca.
Destacó que es por mérito propio, ya que a pesar de que buscaron la manera de que se quede en el país no lo consiguieron. Esto es porque la carrera de aviación no es considerada de nivel universitario sino como un curso.
Ariel Ayo, de 19 años, viajó el pasado 6 de febrero a Argentina. Va a estudiar Economía y Finanzas en la Universidad de Buenos Aires.
Antes, según contó su madre, Nancy Oña, estuvo retomando sus clases de inglés en un instituto en el que se había matriculado. En Vinnytsia, Ucrania, iba a estudiar para ser ingeniero en aviación y piloto comercial, pues aún estaba aprendiendo el idioma.
Agregó que para estudiar en Ecuador debía rendir la prueba Transformar e incluso se planteó la posibilidad de ingresar a una universidad privada, pero no quiso.
“Yo me siento ya más tranquila, es algo duro, pero menos que la primera vez. Estamos hablando el mismo idioma, cuando viajó a Ucrania se defendía en el inglés, pero no conocía a nadie”, indicó.
Su familia no optó por préstamos pues pudo reunir el dinero para el viaje y la permanencia de Ariel en Argentina. (I)