El Municipio de Quito no prevé la realización de algún evento para despedir al 2022 a diferencia del 2021.
El año pasado, a través de la Administración La Mariscal, en el norte de la ciudad, se realizó el festival de años viejos con algunas modificaciones para evitar aglomeraciones.
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Fue así que, a través de una plataforma móvil con monigotes, hubo un circuito que recorrió la avenida Amazonas hasta la plaza de los Presidentes, en la calle Jorge Washington.
El cabildo quiteño estableció una ruta rodante. El evento fue entre las 16:30 y las 19:00.
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Hasta el 24 de diciembre del 2022 el Municipio no había confirmado ningún evento de fin de año, a excepción del tercer concurso de testamentos denominado Chau, chau, año viejo, pero quienes elaboran monigotes y caretas sí están con el ánimo de retomar esa tradición que se complicó por la pandemia.
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Ese es el caso de Vicente Paredes, quien es un artesano que elabora máscaras para celebrar los Santos Inocentes, entre el 28 de diciembre y el 6 de enero, y para el 31 de diciembre la elaboración de los monigotes.
En esa actividad, Paredes ya lleva 51 años. Empezó como aprendiz de peluquería. Es oriundo de Píllaro, Tungurahua. En diciembre, en un local de Quito, le llamó la atención que se colgaban caretas de cartón en alambres donde aprendió el oficio de peluquero.
Pasó por seis diferentes talleres durante diez años. En los locales de peluquería se vendían las caretas, recordó.
Se puso su propio taller, donde siguió con la tradición de comercializar caretas, pero en una ocasión había subido el precio, por lo que prefirió empezar él mismo a elaborar con una apuesta de por medio con un amigo.
Con algunas dificultades incursionó en el negocio. Llegó a tener once trabajadores. Uno de sus operarios fue un día con una máscara de caucho en lugar de las de cartón. Le surgió la idea de elaborarlas. En la primera ocasión hizo 300 y todas se vendieron, el segundo año 500.
Aseguró que trabajó de manera empírica hasta que un ingeniero químico especializado en latex graduado en Estados Unidos le ayudó.
Durante la pandemia, en el 2020, cerró el local después de la cuarentena para no seguir pagando el arriendo, dijo, en su nuevo establecimiento al norte de Quito.
Sostuvo que pensaba ya no volver, pero debido a la insistencia de sus clientes nuevamente está atendiendo a pocas cuadras de la Universidad Central.
Empezó a atender hace pocos días. En stock hay unas 1.200 máscaras de caucho cuyos precios van desde $ 15 a $ 60, y unas 2.000 de cartón desde $ 1 a $ 5 las cabezas grandes, y $ 3 la cara, aunque no con diseños nuevos.
La inspiración para las máscaras las obtiene de películas.
En las estanterías hay diseños de monstruos, calaveras, políticos, brujas, antifaces, pelucas, disfraces.
Una máscara puede llevar entre un día y día y medio en su elaboración, pero el trabajo es a mano y en serie porque facilita, por ejemplo, la pintura.
Marice Herrera decoraba el pasado sábado varias máscaras de monstruos. Ella cose pelo artificial que es hecho de felpa. En cada una se demora hasta un día, dependiendo del modelo.
Mientras que Jonathan Herrera daba retoques de pintura ploma de agua a una máscara de Frankestein. (I)