Ambato

Las ferias de finados en Shuyurco, organizadas por el Municipio de Ambato; en el parque de La Familia, programada por la Prefectura; y en el complejo intercultural Mushuc Runa, en Tisaleo, son enganches para atraer a turistas y visitantes durante este feriado. Se complementan con presentaciones artísticas.

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Danilo Aróstegui, coordinador de Turismo del Gobierno Provincial de Tungurahua, dijo que a la feria de finados en el parque de La Familia, en la parroquia Ambatillo, asisten alrededor de 30.000 personas provenientes en su mayor parte de Quito, Riobamba, Latacunga, Guayaquil y Santo Domingo de los Tsáchilas.

Estima que son más de 100.000 personas las que llegan a las tres ferias de finados en Ambato y Tisaleo, pero en su mayor parte son visitantes; es decir, llegan para asistir a alguno de los recintos feriales y luego retornan a sus lugares de origen, primordialmente de las ciudades cercanas.

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En menor cantidad son los turistas provenientes especialmente de las ciudades más lejanas, como Quito, Guayaquil y Santo Domingo de los Tsáchilas. Pero todo sirve para la reactivación económica de la provincia, comentó.

Segundo Caiza, director de Servicios Públicos Municipales, informó que son alrededor de 1.500 expositores en la explanada de Shuyurco con artesanías de barro, hojalata, madera, tela y productos diversos. “Está garantizada la seguridad para evitar inconvenientes con quienes visitarán la feria de finados”, añadió.

Matrina Padilla, artesana lojana, es parte de la feria de finados desde cuando se hacía en las calles céntricas de la ciudad. “Traigo artesanías elaboradas con arcilla. Son utensilios que se utilizan en la cocina y en el hogar. Los precios van desde $ 1 hasta los $ 20. Con la bendición de Dios, esperamos que se venda todo”, indicó.

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Samanta Rojas, artesana ambateña, se ubicó en Shuyurco con productos elaborados en madera. Es para el uso en el hogar, pero también se traen juguetes para los niños, recordando que antes la mayor cantidad de puestos de la feria de finados eran de artesanías de barro, hojalata y madera, añadió.

A sus 84 años, Nepalí Zurita visita con regularidad la feria de finados, pues le trae bonitos recuerdos de la niñez y juventud. “Mi padre me llevaba cuando era por las calles de la ciudad; ahí me compraba los juguetes de barro y madera. Por eso se decía que era la Navidad chiquita, porque nos llenaban de juguetes”, recordó. (I)