Marcela Santos, vendedora de ropa interior en local ubicado en un centro comercial de Quito, emite las últimas facturas físicas de un cuadernillo ya bastante maltratado. Dice que en estos días su jefa y todo el personal están con la locura de completar un inventario y terminar el proceso de la obtención de la firma y la facturación electrónica. Saben que este 29 de noviembre termina el plazo para que su negocio se adhiera al sistema de facturación electrónica.