Intentar entrar en una isla a la que pocos días antes ha llegado un expresidente de Estados Unidos con la idea de convertirse en un vecino más no es tarea sencilla.
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Carreteras cortadas, desvíos obligatorios y un férreo control policial hacen que sea imposible acercarse al acaudalado Mar-a-Lago.
Intentar entrar en una isla a la que pocos días antes ha llegado un expresidente de Estados Unidos con la idea de convertirse en un vecino más no es tarea sencilla.
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