Un viejo adagio repetido entre expertos en gestión urbana dice que una ciudad apunta a niveles aceptables de movilidad “cuando el rico toma transporte público y el pobre deja de comprar autos”. No es el caso de Quito, una ciudad alargada y sin mayores opciones para evitar los embotellamientos, donde la velocidad promedio en horas pico es de 13 kilómetros por hora, donde se movilizan cada día unos 450.000 vehículos y se registran más de 6 millones de viajes en bus, taxi, auto particular o moto, según estadísticas y mediciones de la Secretaría de Movilidad de la Alcaldía.