Alrededor de la década del 60 del siglo XX se vendió en nuestra ciudad un tipo de refresco con sabores de frutas que, contenido y sellado en una funda plástica gruesa y pequeña, pronto se afianzó en el mercado popular y pasó a competir con los helados de conos ofertados en carretillas y también con los de forma cúbica y congelados totalmente ofrecidos a la entrada de centros educativos y por casas particulares.