Sucre comenzó la campaña definitiva desde su cuartel general de Samborondón en enero de 1822. Estuvo en Guayaquil, pasó por Machala y Pasaje para cruzar la cordillera. Alcanzó Yulug y siguió a Saraguro, donde recibió los refuerzos que envió José de San Martín, con Andrés Santa Cruz, Juan Lavalle y otros jefes de reconocida trayectoria.

Conocedores de que los patriotas habían recibido el auxilio de tropas que llegaron del Sur al mando de Santa Cruz y también de Juan Lavalle, los monárquicos capitaneados por Carlos Tolrá optaron por abandonar Cuenca y avanzar a Riobamba, tratando de evadir la presencia inmediata de los republicanos.

Sucedió entonces que el ejército patriota que permanecía en Cuenca desde el 21 de febrero decidió continuar al Norte. El 21 de abril en una encarnizada batalla en las calles de Riobamba y sectores aledaños, los hombres de Sucre salieron triunfantes, mientras los españoles emprendían la retirada con el afán de ubicarse más cerca de Quito, la capital de la Audiencia.

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Maniobras finales

Alentado Sucre por el resultado anterior ordenó en la última semana de abril que sus escuadras se movilicen con la cautela necesaria a fin de lograr la anhelada toma de Quito. Después de cruzar por Ambato los nacionalistas entraron el 2 de mayo en Latacunga, donde permanecieron un tiempo prudencial mientras llegaban nuevos refuerzos y se repasaban estrategias.

Posteriormente Sucre dispuso el avance de Latacunga a Quito, pero eludiendo al máximo a los españoles atrincheradas en Machachi, cerca de la quebrada Jalupana y del cerro La Viudita. Tras vencer la escabrosa topografía y los glaciares del Cotopaxi y Sincholagua, con la ayuda de los patriotas indígenas Lucas Tipán y Fermín Padilla, los soldados de Sucre desembocaron sin mayores problemas en el valle de los Chillos.

Presagios de triunfo
El 21 de mayo las tropas patriotas alcanzaron Turubamba, al sur de Quito, después de cruzar los Chillos; en tanto los monárquicos prefirieron concentrase en la ciudad capital. El 22 y 23 de mayo los nacionalistas acamparon en Chillogallo en un intento de provocación a los militares dependientes de la corona de España.

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En la noche del 23 de mayo los jefes patriotas revisaron las posibilidades de combate. Antonio José de Sucre, el estratega venezolano que conocía que sus enemigos ocupaban El Panecillo, dio la orden de pasar al Ejido norte de Quito y eso representó otro enorme desafío al difícil terreno del volcán Pichincha, que con 3.500 metros de altura fue testigo de la hazaña republicana.

Victoria y laureles

La maniobra audaz pero segura que Antonio José de Sucre se empeñó en concretar lo más pronto, desconcertó al enemigo que ya conocía de los movimientos patriotas por el trabajo de sus atalayas. El venezolano atrajo a las huestes realistas, que fueron presa de la estrategia sin imaginar las consecuencias.

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A pesar de que el batallón patriota Albión llegó retrasado con el parque al generalizarse la batalla, nuestros soldados demostraron su lealtad con la causa. Sin vacilar frente al manifiesto deseo de los españoles de cortarles el paso y exterminarlos porque percibieron la demora del material bélico, los patriotas cumplieron fielmente su papel.

La batalla que se generalizó alrededor de las 09:00 del viernes 24 de mayo de 1822, concluyó antes de las 12:00. Todos los hombres no entraron en combate debido a la accidentada topografía del histórico escenario. Los laureles de la gloria fueron para las escuadras que lideró Sucre, acompañado de Luis Urdaneta, Antonio Morales, José Mires, Juan Lavalle, José María Córdova, Andrés Santa Cruz, José María Ortega, José Leal, Abdón Calderón y otras nobles figuras. Al final de la contienda hubo un saldo de 200 muertos y 140 heridos. (I)